Enrique D. Martínez Campos

1980. La democracia al borde del abismo: la "Operación De Gaulle"

El General Armada en el exterior del Congreso de los Diputados.

CARTAS A LOS ESPAÑOLES (XI)

LA CRÍTICA, 5 AGOSTO 2019

Enrique D. Martínez Campos | Lunes 05 de agosto de 2019

Queridos amigos: El exministro Otero Novas no sólo reconoció que los políticos de la Transición se habían equivocado con los “nacionalistas moderados”, sino que nuestro ingreso en la Unión Europea (entonces Comunidad Económica Europea) ha convertido a España en el balneario de vacaciones de nuestros socios comunitarios después de haber sido obligados a destruir nuestro tejido industrial productivo. ...



... España, hasta 1986, tenía balanza comercial positiva con Europa. Ya en el año 2011 la ayuda de Europa a España fue prácticamente cero. ¿Cómo hemos podido sobrevivir con un elevado déficit comercial? “Vendiendo nuestras empresas, y como cada vez quedan menos, nos hemos dedicado al endeudamiento”. Que pagaremos nosotros y hasta nuestros bisnietos. Sobre todo para pagar el brutal gasto público y la corrupción.

Al tinglado político que se originó con el Título VIII de la Constitución se sumó en 1980 el revanchismo de todas las fuerzas de izquierdas (a través de los Ayuntamientos socialcomunistas) contra el pasado más reciente de nuestra Historia con la colaboración inexplicable de UCD y del centroderecha español por su pasividad, inacción y complejos.

Según Fraga Iribarne, el balance de la Transición hasta este año (1980) se estaba logrando más por la actitud coherente y positiva del pueblo español (por aquella amplísima capa de clases medias creada durante el franquismo) que por “el protagonismo de sus mediocres gobernantes”.

Pero una gran parte de la sociedad, por otro lado, ante el avance de los “valores democráticos” se sentía muy cómoda, contenta e, incluso, feliz. Quizás porque a esa buena parte de la sociedad se la comenzó a anestesiar muy pronto con drogas, destape, sexo y mucha “movida” y diversión, rechazando por cavernícola la moral y la honestidad. “Ponte al loro”, decía el Alcalde de Madrid. Creo que fue tal su ensueño onírico que su bostezo le nubló la mente. Fue una fórmula ideal para entretenerla y engañarla.

En julio de 1980 Suárez se reunió con varios “barones” de UCD en una finca cerca de Manzanares el Real. Se habló del próximo II Congreso del partido, a celebrar a finales de enero de 1981. Todos los presentes cuestionaban ya el liderazgo de Suárez excepto Abril Martorell y Arias Salgado. A aquel encuentro nada festivo se le denominó como “el de la casa de la pradera”. Y Suárez renovó su gobierno. Sustituyó a Abril Martorell por Leopoldo Calvo Sotelo y el ministerio de Justicia se lo entregó al submarino del PSOE en ese gobierno, Francisco Fernández Ordóñez.

En este verano el general Armada, ahora jefe de la División de Montaña “Urgel” y gobernador militar de Lérida después de que Suárez lograra sacarle de la Zarzuela, aseguraba que “en el CESID todos me empujaban mucho. Querían que yo influyera en el Rey para que cambiara la situación”. En agosto recibió en su pazo de Sta Cruz de Ribadulla al matrimonio Calvo Sotelo. Después pidió a López Rodó un informe para saber cómo podría ser relevado Suárez de forma constitucional en vista de la grave situación en que se encontraba España.

A primeros de septiembre el Rey visitó el CESID sin prácticamente preaviso. Le recibió su director interino, el coronel Narciso Carreras. El secretario general era el teniente coronel Javier Calderón y el comandante José Luis Cortina mandaba la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME). Su segundo era el capitán García Almenta, jefe de la Sección Especial de Agentes (SEA), el secreto mejor guardado de la Casa.

El empresario Juan Tomás de Salas había creado la publicación “Cambio 16”, en la que desde el principio se alabó y ensalzó a Suárez. En el otoño de este año publicó un artículo en su revista titulado “Suárez no sirve ya”, que fue demoledor: “Suárez sabía desmontar, pero no tenía la menor idea de construir. Lo que es peor y evidente ahora: nunca supo bien qué diablos había que construir aquí”. Así pues, el mito Suárez se acababa.

Fraga escribió más tarde que “el PSOE continuaba jugando las cartas que me había apuntado Peces-Barba: mantener la crisis abierta… La idea de un gobierno de gestión empezó a interesar a mucha gente (políticos, empresarios…)… Nadie podía prever entonces las derivaciones que podía tener; y que no fueron ajenas a las famosas cenas de Lérida…”.

La principal de estas cenas se celebró el 22 de octubre de 1980 en el domicilio del Alcalde socialista de Lérida, Antonio Siurana. Asistieron a ella Enrique Múgica (de la Ejecutiva del PSOE), el socialista Juan Raventós y el general Alfonso Armada, el militar más monárquico de las FFAA. De estas cenas y conversaciones F. González pidió a Múgica que le informara por escrito.

Poco después, desde un determinado despacho le llegó al Rey un informe sobre las posibles soluciones que se podían adoptar para reconducir la degradación de la situación política que “ha llegado a una situación de alarma… La idea general que tiene todo el país… es que ni los gobernantes ni los parlamentarios saben cómo se hace el Estado de las Autonomías… El riesgo de la democracia no es el golpe militar, sino su propio inventario de fracasos”. Y se le daban al Rey cuatro opciones para salvar aquella “situación de alarma”. En la última de ellas se planteaba sin rodeos la creación de un gobierno de salvación nacional presidido por un militar. Es decir, se remitía a la “Operación De Gaulle” omitiendo el golpe de Estado inicial que condujera a ella.

Con estos antecedentes comenzaron las entrevistas, las conversaciones entre bastidores, las cenas, los rumores… Con dos militares en boca de todos: los generales Armada y Milans del Bosch, los dos más monárquicos y con prestigio de las FFAA. Pero en boca de los políticos. Porque, ¿qué sabían las FFAA de todo este trasiego? En el 99,99% de los 45.000 Cuadros de Mando, absolutamente nada.

La cúpula del PSOE tenía asumida la idea de creación de un gobierno de salvación nacional o “de gestión”. En una comida con el general Sabino Fernández Campo, secretario de la Casa del Rey, F. González, Enrique Múgica, Luis Solana y alguno más, le presentaron una situación política pavorosa que desembocaría en un golpe militar. El general negó la posibilidad de golpes militares, aunque estuvo de acuerdo con la difícil situación en España.

Fraga también advirtió al Rey sobre un próximo golpe militar porque tenía noticias de que algo se estaba tramando que podría afectar a la Corona. Por tanto, los principales líderes políticos, empezando por el propio Suárez, sabían que algo podía suceder de forma inmediata. No exactamente qué, pero sí el porqué de que era prácticamente inevitable en virtud de sus irresponsabilidades y falta de sentido común.

A primeros de diciembre de 1980 el Rey quería que el general Armada regresara a Madrid como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, a las órdenes del general Gabeiras, a pesar de la oposición de Suárez.

Por estas fechas, el general Armada comunicó al general Milans que el CESID le había propuesto que fuera él quien recondujera la situación política al frente de un gobierno constitucional de concentración nacional. Si lo lograba, Milans sería designado presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM).

Fue con estos antecedentes como comenzó a fraguarse una operación que pusiera fin a una situación semicaótica española. Desmadre autonómico, terroríficos asesinatos promovidos y provocados por los terroristas, inseguridad ciudadana, situación socioeconómica deplorable y sin visos de solución, paro creciente, huelgas salvajes, debilidad extrema del gobierno… Algo altamente desconocido por la inmensa mayoría de los españoles de aquellos tiempos. Aunque muchos de ellos vivieran felicísimos con tanta libertad (¿o libertinaje?) y tan poca España.

Un abrazo a todos.

Enrique Domínguez Martínez Campos

Coronel de Infantería DEM (R)