En 2019 se cumple el centenario de la publicación del famosísimo libro de John Reed, Diez días que sacudieron al mundo (Ten Days That Shook The World, Boni & Liveright, New York, 1919).
El relato épico del golpe de Estado/Revolución en Rusia de Octubre/Noviembre de 1917 debería completarse con otra obra de John Reed en la que trabajaba y que el autor menciona en el prólogo de Ten Days… (prólogo fechado en New York, 1 de Enero, 1919): Kornilov to Brest-Litovsk, obra en la que prometía respuestas a cuestiones polémicas que nunca hemos podido conocer. Si existía un manuscrito o alguna edición ¿qué ha sido de ellos? ...
... Volviendo al famoso Diez días… (que muy bien podría titularse también El golpe de Estado que sacudió al mundo), en efecto relata unos hechos en los que nunca un golpe de Estado llevado a cabo por una minoría de revolucionarios profesionales tuvo un impacto tan grande en la historia contemporánea de Rusia y del mundo. La importancia de su publicación fue inmediatamente reconocida por los dos protagonistas principales de dicho golpe: Lenin y Trotsky (ambos ampliamente mencionados en la obra, mientras el nombre de Stalin solo aparece una vez como comisario de Nacionalidades en el primer gobierno tras el golpe revolucionario).
Lenin escribirá: “Sin reservas lo recomiendo a los trabajadores de todo el mundo. Este es un libro del que se deberían publicar millones de copias y traducirse a todas las lenguas. Ofrece una exposición auténtica y viva de los acontecimientos significativos para comprender lo que realmente es la Revolución Proletaria y la Dictadura del Proletariado.” (citado al inicio de la mejor edición británica: Ten Days… Introduction by A. J. P. Taylor, Penguin Modern Classics, Harmondsworth, Middlesex, UK, 1977, p. 7).
Hasta 1977 la editorial Penguin no pudo publicar el libro de Reed con la introducción de A. J. P. Taylor, ya que el Partido Comunista de Gran Bretaña tenía los derechos y había vetado el texto del historiador. Aunque breve y elogioso del autor americano, Taylor matiza o corrige historiográficamente el contexto en que fue escrito, aportando datos y anécdotas interesantes. Según el historiador británico el libro de Reed “no solo es el mejor relato de la revolución bolchevique, sino que se acerca a ser el mejor relato de cualquier revolución”, y aunque no involucrado físicamente en ella, Reed lo estaba moralmente, “ésta era su revolución, no un acontecimiento oscuro en un país extranjero”.
Pero no es propiamente historia: “El libro es una contribución a la historia, no un análisis elaborado posteriormente”. Por otra parte, el libro es una obra de arte en propaganda comunista, “el fundamento de una leyenda que ha triunfado largamente sobre los hechos”, en el sentido, por ejemplo, de que los líderes bolcheviques sabían precisamente lo que estaban haciendo. Taylor sostiene que todos los líderes políticos –no solo los bolcheviques: los mencheviques, los trudoviques, los social-revolucionarios, los maximalistas, los diversos grupúsculos socialistas, populistas y anarquistas, etc.- “se movían en una niebla revolucionaria como la niebla de una batalla”, de la que nadie sabía cuál iba a ser el resultado.
Reed exalta asimismo, idealizándola, la vía insurreccional o golpista de la ideología comunista (las verdadera revolución, con un rol decisivo de las masas, esencialmente movilizadas por los populistas, fue la “primera”, la Revolución de Febrero/Mazo que derrocó el zarismo).
Cuando Lenin regresó del exilio en Suiza, gracias a un acuerdo con el militarismo alemán (prometiendo –lo que le granjeará una mala fama de ser “agente alemán”- una paz separada, traicionando a los aliados de Rusia), propuso a los dirigentes de su partido una “segunda revolución”, en realidad un golpe o insurrección minoritarios, propuesta que entonces fue rechazada por doce votos contra uno (el suyo). Trotsky todavía no se había adherido a los bolcheviques.
Taylor relata una anécdota un tanto surrealista, ocurrida en la madrugada de la insurrección de Octubre/Noviembre. Lenin y Trotsky trataban difícilmente de descansar, tumbados en el suelo de una sala del Instituto Smolny, y al anunciar Trotsky dramáticamente (tras consultar en su reloj que eran las 2 en punto de la mañana del día 7 de Noviembre): “Ha comenzado”, Lenin responde: “De ser un fugitivo al poder supremo… ¡Es demasiado! Me produce mareo”. Y acompañó sus palabras… ¡santiguándose!
A mi juicio el libro de Reed genera una cierta confusión en el lector sobre el orden cronológico de acontecimientos, y no se percibe bien a qué “Diez días” se refiere el título. Afortunadamente disponemos hoy de obras académicas firmemente documentadas como la del gran historiador Richard Pipes (The Russian Revolution, Vintage Books-Random House, New York, 1990; hay traducción española) que establece y analiza con admirable rigor la secuencia de los hechos.
Un dato significativo que Reed registra destacadamente en su libro: una de las primeras medidas del gobierno revolucionario presidido por Lenin (con Trotsky como comisario de Asuntos Extranjeros y Stalin como comisario de Nacionalidades) es la Declaración de Derechos de los Pueblos de Rusia, en la que se garantiza “El derecho de los pueblos de Rusia a la libre autodeterminación, incluso hasta el punto de la separación y la formación de un Estado independiente” (ob. cit., 1977, p. 231). Por fin se plasmaba en un texto legal (de “legalidad revolucionaria”), por primera vez en la historia contemporánea, la tesis estalinista (desde 1913) de la necesaria alianza estratégica entre el comunismo y los nacionalismos separatistas.
En 1919 se funda en Moscú la Tercera Internacional (Internacional Comunista o Komintern) a la que, tras publicar su libro y participar en la fundación del Partido Comunista estadounidense, John Reed se incorporó como alto funcionario de propaganda.
Conviene recordar que en 2019 también se cumple el centenario de otro libro menos conocido que el de Reed, pero de una significación especial para la ciencia política comparada, el del periodista alemán Alfons Paquet, Im Kommunistischen Russland. Briefe aus Moskau (Diederichs, Jena 1919), traducido al español por el pedagogo socialista -de la Institución Libre de Enseñanza y del PSOE- Lorenzo Luzuriaga (En la Rusia Comunista. Cartas desde Moscú, Calpe, Madrid 1921). En él aparece por primera vez, antes incluso que el triunfo del Fascismo italiano y del Nazismo alemán –según señalaría el historiador Ernst Nolte- un neologismo como definición precisa del nuevo régimen dictatorial en Rusia: “el Totalitarismo revolucionario de Lenin”.
Al final de su vida Reed, enfermo, deprimido y probablemente sumido en un cierto desencanto (afectado por el cólera morirá en 1920), tuvo la sensación y posible intuición del fenómeno pero no acertó a calificarlo literariamente. Paquet tuvo un indiscutible acierto. “Totalitarismo” se convertirá en un término imprescindible para calificar la barbarie política del siglo XX (en rigor desde 1918, cuando Paquet lo usa en una de sus cartas/crónicas –incluida en el libro- como corresponsal desde Moscú). Tampoco es muy conocido que desde 1921 se incorporara al léxico político español gracias a la traducción de Luzuriaga.
Un poeta rumano ha escrito con ironía que el Surrealismo es la fase superior del Comunismo. Pero añadamos que ha sido un surrealismo trágico y sanguinario, en cualquiera de las vías que haya adoptado, desde los inicios del leninismo en Rusia propagado por John Reed hasta las posteriores y últimas manifestaciones o variantes de la misma ideología en nuestro tiempo: maoísmo, castrismo, sandinismo, chavismo, etc., con las expresiones más delirantes del Khemer Rouge en Camboya o del Sendero Luminoso en Perú. Sobre éste -más bien sendero tenebroso, ciertamente de un fanatismo surrealista y sangriento- acaba de publicarse la obra demoledora de Orin Starn y Miguel La Serna, The Shining Path. Love, Madness, and Revolution in the Andes (W. W. Norton, New York, 2019).