Al Green, congresista Demócrata por Texas ha propuesto formalmente que el Presidente Trump sea sometido a un Impeachment. La razón que alega es que el presidente es “racista” por criticar a cuatro mujeres congresistas Demócratas “de color”, conocidas como “The Squad”: Ocasio-Cortez, Tlaib, Omar y Pressley (una hispana-portorriqueña, una árabe-palestina, una africana-somalí y una afroamericana). Por la misma razón podríamos llamar al congresista afroamericano Green racista, ya que él viene criticando como otros (muy destacadamente las cuatro mujeres referidas) al presidente Trump por ser caucasiano blanco.
En realidad Trump ha criticado a las cuatro mujeres Demócratas no por su color o raza sino por su antisemitismo y antiamericanismo, por ser poco democráticas y proponer políticas absurdamente socialistas. El calificativo “racista” se ha convertido ya en un instrumento más del discurso en general poco democrático del Partido Demócrata cara a las elecciones presidenciales de 2020.
Además de anti-democrática la ideología de los Demócratas ha derivado hacia algo tan anti-americano como el socialismo. En los debates recientes en Miami (Florida, USA) de los 20 candidatos demócratas (hay algunos más que no participaron) para obtener la nominación en 2020, como ha señalado oportunamente un editorial en The Wall Street Journal, aparece un claro ganador: el socialista Bernie Sanders. Mientras escribo esto leo la noticia de que el veterano socialista verde Ralph Nader ha sugerido para el Partido Demócrata el “poderoso tándem” Sanders-Warren. (Elizabeth Warren, hay que recordarlo, fue la primera senadora que propuso el Impeachment del presidente Trump).
Quizás no sea el senador de Vermont el que al final obtenga la nominación, pero ha conseguido imponer su agenda a los demás candidatos más destacados –con la excepción del anciano somnoliento, nudista y tocón Joe Biden- en las encuestas: aborto y sanidad universal gratuitos (incluidos los millones de ilegales), educación pública gratuita (incluida la universitaria), fronteras abiertas, políticas enérgicas frente al cambio climático, frente al capitalismo americano de Wall Street y de las grandes corporaciones, etc. Sanders se refiere a una “Revolución Política” que, en primer lugar reclama derribar al presidente Trump.
El Partido Demócrata desde los años 1970s con el caso Watergate ha descubierto un método poco democrático, golpista (de golpismo “posmoderno”) para derribar a los presidentes republicanos: el Impeachment. Es un método de presión política y de manipulación mediática sin el concurso del factor fuerza militar del golpismo clásico, en el que la institución constitucional del Impeachment se usa y abusa como un subterfugio conveniente, aunque de manera fraudulenta.
Se intentó contra Nixon, contra Reagan y contra Bush Jr. Ahora se está intentando contra Trump, y seguramente va a ser un tema dominante en la próxima campaña de elecciones generales y presidenciales 2020.
Hay que recordar que contra Nixon se inició el procedimiento, pero el presidente decidió presentar su dimisión sin que llegara el caso al Senado y a la votación final. Por tanto no hubo Impeachment. Contra Reagan y contra Bush Jr., pese a la actuación de los respectivos fiscales especiales, fueron intentos fallidos de iniciar el procedimiento.
Aparte del caso histórico del Impeachment contra el presidente Andrew Johnson (Republicano) en 1868, que le resultó favorable, el otro único caso que se ha llevado hasta el final ha sido contra el presidente Bill Clinton (Demócrata) en 1998, que también le fue favorable. Aunque en este caso toda la evidencia objetiva fue que el presidente había cometido el grave delito de perjurio.
Para una mayor información sobre el Impeachment, es oportuna la lectura del reciente ensayo de J. A. Engel y otros autores, Impeachment. An American History (Modern Library, New York, 2018).
La función constitucional del Impeachment es precisamente fundamentar un caso de abuso de poder o vulneración de la ley, al margen del partidismo político, y a diferencia del voto de confianza o de censura en los sistemas parlamentarios, no debe basarse en las rivalidades ideológicas y en el cambio numérico de la relación mayoría/minoría. Como observó justamente el juez y teórico constitucionalista Robert H. Bork, debe evitarse la tentación política de los fiscales especiales, de los jueces y de la ley, aunque es la tendencia irrefrenable y “herética” del Partido Demócrata y las corrientes progresistas en la nueva cultura política desde los años 1960s (véase su obra fundamental sobre el Derecho Constitucional estadounidense The Tempting of America. The Political Seduction of the Law, New York, 1990).
La peor de las tentaciones se sustanció en ciertos aspectos de la campaña presidencial de 1960 y del caso Watergate, que propiciaron un novedoso método de golpismo “posmoderno” cuyos practicantes han sido miembros destacados y activos del Partido Demócrata (Colodny & Gettlin, 1991; Hersh, 1997; Locker, 2019; Gingrich, 2019; Pastor, varios artículos en el período 2013-2019 en Kosmos-Polis y La Crítica).
En el presente han vuelto a las andadas propagando bulos como el “Rusiagate”, con la ayuda del siniestro Deep State (entre otros, obamitas como Brennan desde la CIA y Comey desde el FBI), para intentar fundamentar un Impeachment contra Trump. Es posible que cuando se aclaren judicialmente las cosas el asunto se convierta en un bumerán contra el propio Partido Demócrata y la corrupción en las administraciones de Clinton y de Obama, con Hillary como gran factotum-trujimán (casos Uranium One, Clinton Foundation, Bengazi, Emails, espionaje de la campaña Trump, etc.).
Los congresistas Nadler y Schiff, estúpida e interesadamente obsesionados por el Impeachment, siguen manipulando sus respectivas comisiones en la House del Congreso. Y al atropellado tropel de los actuales candidatos presidenciales (ya van 26) se le ha sumado otro obseso del Impeachment, el multimillonario Tom Steyer. En todos casos son meros instrumentos de una estrategia Fake para llevar a cabo un golpe de Estado (todo lo disimulado o posmoderno que se quiera).
Los candidatos demócratas se han equivocado en el espacio y en el tiempo: Estados Unidos de América y 2020 no son un lugar ni un momento propicios para el históricamente fracasado socialismo, democrático o golpista. En una sociedad mayoritariamente religiosa como los Estados Unidos –alguien lo ha apuntado agudamente- el socialismo viola los Diez Mandamientos. Para un europeo, o simplemente un español como servidor, escuchar hoy a Bernie Sanders (y su lorito Alexandria Ocasio-Cortez), Kamala Harris, Elizabeth Warren, Cory Booker, Beto O´Rourke, etc., nos retrotrae a la época ya periclitada y políticamente un poco cutre del profesor Tierno Galván, de los “Botejara”, y de nuestra adolescencia política universitaria en los años 1960s-1970s (preludio de la nefasta era actual de Zapatero-Sánchez y sus satélites podemitas en sintonía con el golpismo posmoderno catalán).
Trump se consolida según una encuesta reciente, para la desolación del Partido Demócrata y del “movimiento” NeverTrump, como el mejor candidato con un 94 % de aprobación en el Partido Republicano (Reagan en su mejor momento obtuvo un 87 %). Mi pronóstico, si no cambian dramáticamente las circunstancias, es que el actual presidente volverá a ser reelegido en 2020 y el Partido Demócrata entrará en un estado comatoso, probablemente perdiendo la mayoría en la Cámara de Representantes y continuando siendo minoría en el Senado y en los Gobiernos estatales.
No obstante convendría recordar dos advertencias pesimistas sobre el Impeachment. La primera, antes de Watergate, la hizo el que sustituiría a Nixon en la presidencia, Gerald Ford: “Una ofensa impeachable es cualquiera que una mayoría en la Cámara de Representantes del Congreso considere que lo es en un momento determinado de la historia”. La segunda, después de Watergate, es del editor Henry Regnery:” Lo más terrible sobre Watergate es que demuestra claramente que la prensa y la burocracia, trabajando juntas, pueden destruir al presidente, y a partir de ahora todos los presidentes van a tener que contar con ello” (ambas citas en la obra mencionada de J. A. Engel y otros autores).