Queridos amigos: La Transición, para mí, no había acabado. Sólo un mes después de aquellas segundas elecciones generales nos convocaron de nuevo a las urnas para celebrar las primeras elecciones municipales el 3 de abril de 1979 ...
... Como veis, el despilfarro en el gasto electoral ya comenzó entonces. Y las incertidumbres eran evidentes.
El PSOE dio la consigna del “todo vale” a través de la calumnia, la mentira o el insulto personal para termina con Suárez. Y seguía siendo un partido marxista, revolucionario y golpista. Al menos eso era lo que demostraba su negro historial. La abstención llegó ya al 40%. Los españoles empezaban a dar muestras de estar cansados de tanto acudir a las urnas.
Ganó UCD con unos 30.000 concejales en toda España frente a unos 12.000 socialistas. Pero fue entonces, por primera vez, cuando los socialistas se aliaron con los comunistas para hacerse con los principales Ayuntamientos de España, entre ellos Madrid, donde había ganado José Luis Álvarez, de AP. Debido a aquella Ley electoral favorecedora de la partitocracia, en Vascongadas arrasó el nacionalseparatista PNV y en Cataluña ganó el PSC, pero se formó el llamado “Pacto de Progreso” entre socialistas, comunistas, el partido de Pujol y Esquerra para impedir a UCD hacerse con algún consistorio.
Fue desde ahora cuando algunos comenzaron a darse cuenta de que a los nacionalseparatistas se les podía otorgar un poder de incalculables proporciones cuando las urnas no otorgan mayorías absolutas. Y más en unas elecciones generales.
Debido a esta lógica conclusión, al deterioro socioeconómico, a la inseguridad ciudadana, al ya inevitable desmadre autonómico y a la bestial carnicería que estaban cometiendo ETA y GRAPO sobre todo, se estaban reuniendo determinadas personas liberales. Monárquicas, reformistas, antifranquistas, etc., para evitar que, debido a la inestabilidad política que estaba proporcionando el propio Suárez., la Corona no se viera afectada. Se reunían en la Agencia EFE dirigida entonces por Luis María Anson e, incluso, en domicilios particulares. También acudió allí algún agente del CESID. Y de estas reuniones surgió un documento que se archivó en esa casa llamado “Operación De Gaulle”. Un plan para, si fuera necesario, promover en España un gobierno de concentración nacional a cuyo frente se situaría un militar. Debe tenerse en cuenta que aquella situación general era desconocida y sorprendente para millones de españoles acostumbrados a la estabilidad política, la paz y el bienestar social. En menos de cuatro años la situación era la contraria. Y más tras el acuerdo socialcomunista en muchos Ayuntamientos, algo que recordaba a no pocos el funesto Frente Popular.
El 16 de mayo comenzó el XXVIII Congreso del PSOE. Fue en él cuando F. González dijo que había que alejarse del marxismo. “Es un error… definir al Partido después de 100 años como un partido marxistra democrático… Es un arma que se vuelve contra el Partido”. Pero las bases no lo veían claro. Renunciar al marxismo y a la lucha de clases eran palabras mayores. Francisco Bustelo, Gómez Llorente, los Solana, Saavedra, Morán, Pablo Castellano y otros se oponían. F. González dijo entonces aquello de que “hay que ser socialista antes que marxista”. Por tanto, ¿ser socialista no implicaba dejar de ser marxista? Se votó aquella resolución y F. González la perdió. De modo que dimitió de su cargo de secretario general. ¡Ahí os quedáis!, vino a decirles a todos. Él y A. Guerra lo tenían todo perfectamente calculado.
Comenzaron los lloros, los lamentos, los rasgamientos de vestiduras… ¡qué hemos hecho! Los socialistas se quedaban sin su carismático líder al que todos los medios ensalzaban. Y más cuando el Partido debía ya a las entidades de crédito cerca de 3.000 millones de las antiguas pesetas. Los miles de afiliados le debían algo: cargos en el Partido, en las Cortes, en las Diputaciones, en los Ayuntamientos… Iba a ser complicadísimo buscar un “genio” que sustituyera “al genio”.
Se creó una gestora provisional (profelipista) con el encargo de preparar un Congreso extraordinario en el mes de septiembre para elegir una nueva Ejecutiva. Sin duda, la suerte de los opositores a González/Guerra estaba echada. Aunque no todos los socialistas creían en el regreso de F. González.
El día 26 de mayo los descerebrados del GRAPO reventaban la cafetería “California” de la calle Goya de Madrid con una bomba colocada en los servicios: 9 muertos y 62 heridos.
Debo señalar que el que fue uno de los principales apoyos de Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado que al parecer no debía nada a sus subordinados como ministro de Defensa (aunque sólo fuera respeto) y ahora era sólo vicepresidente para Asuntos de la Defensa, fue una persona que llevó al Ejército “hacia un estado de sublevación”. Veía a los militares más como enemigos que como colaboradores en la tarea de que aquella Transición resultara un éxito, que era lo que deseábamos la mayoría de españoles vestidos de uniforme. Fue un hombre resentido y en “su política militar, cometió demasiados abusos”. Sin embargo ha quedado para la posteridad como un mito de aquel tiempo, cuando en realidad “convirtió la relación con el Ejército en un patatal”, según Alfonso Osorio. Por supuesto, las Fuerzas Armadas, en su mayoría, no tenían ninguna simpatía por él. Ninguna. Y por infinidad de motivos.
De otra parte, comenzó rápidamente la elaboración de los Estatutos de Autonomía vasco y catalán. Los dos primeros “de primera”. El vasco se aprobó en Guernica y el catalán se elaboró en la localidad de Sau. Fueron pactados con UCD y los “nacionalistas moderados”. En ambas regiones fueron aprobados por referéndum –antes de que existiera el Tribunal Constitucional- el 25 de octubre de este año. En ambos casos votó el 54% del censo electoral Por tanto, la abstención fue altísima. Y, por supuesto, ambos superaban con mucho sus competencias en relación con los aprobados durante la República (el catalán) y la Guerra Civil (el vasco).
El prudente presidente de la Generalidad, Tarradellas, advirtió de que, con un número indeterminado de Autonomías, España podía terminar desmembrándose “porque el Estado se haría ingobernable”. Y esto lo decía en 1979.
El anarcomarxista Tierno Galván, a base de la conjunción socialcomunista, se hizo con el Ayuntamiento de Madrid. Pretendía enseñar al pueblo de la capital civismo, urbanidad, convivencia y otras buenas prácticas como “viejo profesor”. Pero decidió paralizar las grandes infraestructuras en comunicaciones porque, según él y su Concejal comunista de Urbanismo, Madrid había llegado entonces al límite de su expansión. ¡Qué visión la de este catedrático sin la menor idea de gestionar una gran urbe!
Eso sí, con él comenzó el revanchismo socialcomunista para cambiar nombres del callejero madrileño. Decía: “No tenemos ningún ánimo de desquite… y además el número de cambios de nombre será muy limitado… no pasa de 25… Habrá algunos muy polémicos como la Avenida del Generalísimo… Eso es Castellana… Hay que admitir que el Jefe del Estado anterior tiene su puesto en la Historia, que pasado el tiempo volverá a tener una u otra o cuantas calles sea necesario…”. Clásico cinismo marxista en un personaje que dejó empantanado Madrid, pero que sería encumbrado por las izquierdas hasta tratar de hacernos creer a todos que fue el “no va más” de los Alcaldes madrileños.
Espero que con estas cartas se vaya entendiendo el sustrato ideológicopolítico que se creó a partir de la Transición y el complicadísimo momento que comenzaba a vivirse en España a partir del verano del 79. Quienes no vivieron aquellos tiempos es lógico que hoy no entiendan lo que fue sucediendo a continuación.
Un abrazo a todos.
Enrique Domínguez Martínez Campos
Coronel de Infantería DEM (R)