Manuel Pastor Martínez

El suicidio político de Mitt Romney

LA CRITICA, 31 ENERO DE 2019

Manuel Pastor Martínez | Jueves 31 de enero de 2019
... la obsesión/ansiedad de Romney y un cierto sector del Mormonismo contra Trump y el Trumpismo me recuerda la misma obsesión/ansiedad de Ciudadanos y Manuel Valls -al parecer coincidente cierto sector de la Masonería francesa y española- contra Vox....

El primer líder mormón (y profeta-fundador de la iglesia) candidato en 1844 a la presidencia de los Estados Unidos de América, Joseph Smith, fue asesinado por linchamiento de una turba intolerante e incontrolada. El último líder mormón (y jerarca religioso de la misma iglesia) candidato sin éxito a la misma alta magistratura en 2012, Mitt Romney, ha elegido un final más suave y arropado por el cargo de senador, el suicidio político.

Smith representaba en su tiempo un movimiento claramente anti-Establishment. Romney es hoy el epitome del Establishment, y ciertamente un destacado adalid del movimiento NeverTrump.

Aunque con el tiempo se ha ido difuminando, la ideología teocrática de Smith persiste de algún modo en Romney: para un “obispo-cardenal” mormón en Boston-Massachusetts no fue incompatible ser gobernador del Estado en 2003-2007, candidato oficial republicano a la presidencia de la Nación en 2012, y finalmente senador de Utah tras las recientes elecciones Midterm de 2018.

Aparte de la teocracia y otros asuntos históricos polémicos (por ejemplo, la tragedia de la masacre perpetrada por los mormones en Mountain Meadows, Utah, en Septiembre de 1857), la poligamia ha lastrado la reputación de los Latter-Day Saints. El propio Mitt Romney tuvo que mentir en su memoria política, cara a la campaña presidencial de 2012 (No Apology, New York, 2010), afirmando que su abuelo paterno se exilió a México debido a la intolerancia religiosa en los Estados Unidos, cuando la verdad es que, como líder tradicional destacado de la iglesia mormona, seguía practicando la poligamia. De hecho el padre de Mitt, George Romney, nació en México, lo que fue un obstáculo para sus aspiraciones a la presidencia de los Estados Unidos en 1968.

Su campaña presidencial en 2012 dejó mucho que desear (por ejemplo, fue incapaz de explotar el escandaloso incidente terrorista de Bengasi que le costó la vida al embajador y cuatro agentes americanos) y demostró que era un candidato débil, buenista, que para ser líder de la más importante potencia del mundo libre –imitando a JFK- no es suficiente ser guapo y rico.

Tras ser elegido el pasado Noviembre senador de Utah, con el aval del propio Trump y los mismos votantes del presidente, Romney se ha estrenado el primer día del nuevo año, justamente horas antes de tomar posesión de su cargo en Washington DC, con un artículo oportunista en el Washington Post contra Trump, contra los intereses del Partido Republicano y los de sus propios electores en Utah, como ha reconocido el otro senador del Estado, el libertario (procedente del Tea Party) Mike Lee.

Los senadores David Perdue y John Thune, los analistas Pat Buchanan, Michael Reagan y Dennis Prager, el dirigente del partido Jevon Williams…representan una muestra de la miríada de voces distintas republicanas, coincidentes en criticar el manifiesto de Romney contra Trump. Incluso su sobrina Ronna McDaniel-Romney, actual presidenta del Partido Republicano (Chairwoman, Republican National Committee), ha declarado: “Para un senador republicano recién llegado atacar a Donald Trump como su primera acción alimenta lo que desean los Demócratas y los medios de comunicación. Es decepcionante y contraproducente.”

Aparentemente, Romney ha elegido pasar a la historia marginal como un representante más de la lista NeverTrump: los Bush, el gobernador Kasich, los senadores McCain y Flake, etc. (y no lo olvidemos, luminarias elitistas como Bill Kristol y otros en Weekly Standard y en National Review). Trump se ha preguntado con ironía: “¿Es Romney un Flake?” (Flake puede traducirse como “raro” o “excéntrico”). El senador Perdue lo ha descrito: “Romney es Flake en asteroides” (por el senador Flake de Arizona, muy crítico de Trump, desplazado del Senado en los sondeos para las primarias de 2018).

Como los democristianos europeos Mitt Romney siempre ha sido un flip-flopper, ideológicamente volátil o veleta -liberal, conservador o “centrista”- según las conveniencias. Lo ha demostrado palpablemente respecto al aborto y el matrimonio gay (temas, por cierto, condenados por la iglesia mormona). E incluso como “socialdemócrata”, si recordamos su experimento de seguridad médica estatal RomneyCare, precursor del infame y anti-constitucional ObamaCare.

El senador Mitt Romney es virtualmente el único republicano hasta ahora que ha hecho un gesto para postularse como rival del presidente Trump, dentro del mismo Partido Republicano, cara a las elecciones de 2020. El campo del Partido Demócrata por el contrario está abarrotado de potenciales candidatos: Joe Biden, Bernie Sanders, Beto O´Rourke, Kamala Harris, Cory Booker, Elizabeth Warren, Julian Castro, Kirsten Gillibrand, Amy Klobuchar, Mitch Landrieu… incluso el “independiente” Michael Bloomberg y la “legendaria” Hillary Clinton.

Parece claro que un nuevo fantasma recorre el mundo occidental: el fantasma del Trumpismo. La histeria americana contra el presidente Trump y el Trumpismo, obsesión transversal del Establishment (los partidos Demócrata y Republicano, las sufridas víctimas de “Democratic party anxiety and related disorders”, el movimiento republicano NeverTrump, las élites mediáticas, etc.) tiene también un correlato similar en nuestros lares y penates, afectando a gran parte de los partidos del sistema español, particularmente a los sectores constitucionales progresistas (liberales, democristianos, socialdemócratas), y sobre todo a los izquierdistas y separatistas anti-sistema. En concreto, la obsesión/ansiedad de Romney y un cierto sector del Mormonismo contra Trump y el Trumpismo me recuerda la misma obsesión/ansiedad de Ciudadanos y Manuel Valls -al parecer coincidente cierto sector de la Masonería francesa y española- contra Vox.

No me extrañaría que el suicidio político de Mitt Romney inspirara el suicidio político de algunos líderes en la escena española obcecados contra Vox.