Félix Ballesteros Rivas

El necesario Orden y el imprescindible Caos.

El Rey de España y el presidente del parlamento balear. (Foto: EFE)

AGENTE PROVOCADOR

LA CRÍTICA, 7 NOVIEMBRE 2018

Félix Ballesteros Rivas | Miércoles 07 de noviembre de 2018
Es tan habitual encontrarse personas ‘de Orden’, para los que seguir las Normas es algo sagrado, como personas amantes del caos y el barullo, ácratas se les llamaba a veces, antisistema en la actualidad. Unos y otros se aborrecen con mayor o menor virulencia pero, como vamos a razonar a continuación, ambos son imprescindibles para la buena marcha de la Sociedad...

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Si el Orden fuera absoluto, si todo estuviese reglamentado y todos cumpliésemos las normas, todo lo que sucediese sería la consecuencia previsible de la situación de partida: dadas unas condiciones, todo se va a mover de esta y esa otra manera y, por lo tanto, se llegará al resultado de… lo previsto. la Sociedad estaría congelada, nada destacaría, nada cambiaría; se podrían escribir los periódicos con semanas de antelación, y no serían lo que entendemos por periódicos, porque no contendrían noticias: nada imprevisto sucedería. Ya sé que exagero un poco, pero es por una buena causa.

En el polo contrario, todo Caos, nada sería previsible, cosa que tiene sus partidarios, pero por lo mismo no se podrían hacer planes (o no se cumplirían) y la Sociedad, sin reglas ni planificación, dejaría de llamarse Sociedad.

Si sólo existiera uno de los dos ‘bandos’, sería como si en la Liga de futbol sólo se inscribiese un equipo. Además de muy aburrido, enseguida bajarían los ingresos, y cerraría el club.

La clave está en la mezcla. Y no necesariamente al 50%.

En una Sociedad cualquiera, los elementos imprevisibles, los que se salen de los cauces establecidos, los que introducen un cierto nivel de caos en el entorno, son muy molestos para los que buscan una vida previsible y planificada. Pero esos alborotadores de lo establecido son los únicos que pueden hacer evolucionar la Sociedad, y esa es la única esperanza de mejora real.

Los amantes del orden consideran mejora cualquier normativa que reduzca el caos, hasta reducirlo a cero, pero si tuviesen éxito, ya nada cambiaría, ya nada mejoraría. Nunca… Hasta que alguien, seguramente saltándose unas cuantas reglas, proponga modelos, situaciones, posibilidades, que estén fuera de lo existente. También se llaman Creadores. Ahí está la esperanza.

Es un Principio Universal. El mecanismo de la Evolución (eso que se empezó a entender con Darwin hace más de siglo y medio) es lo mismo: si las células se multiplicasen de manera siempre ordenada y previsible, no habría cáncer, ni malformaciones, ni muchas enfermedades, pero tampoco habría Evolución, y la Tierra estaría poblada por las primeras células vivas, todas iguales, felices y copiándose a sí mismas sin cambiar nada de una generación a la siguiente.

Las mutaciones celulares conllevan esos problemas de enfermedad y dolor pero, en conjunto, han resultado imprescindibles para la Vida.

Del mismo modo, con lo que proponen esos ‘irresponsables’ que lo intentar cambiar todo y que sacan a la Sociedad de sus carriles, hay dos posibilidades:

1.- Sus propuestas de cambio son perjudiciales para el conjunto de la Sociedad y, a la larga, quedan rechazadas y olvidadas. Bueno, las más simples se suelen proponer una y otra vez, cíclicamente: hay quien no escarmienta; infinidad de ejemplos lo ilustran, desde el motor de agua, al colectivismo y los líderes mesiánicos (populistas, en lenguaje actual).

2.- Sus propuestas son beneficiosas y, por lo tanto, se terminan aceptando por la mayoría, y a la larga se incorporan a la Sociedad… ¡y a la nueva Normativa que la rige!

Por tanto, a largo plazo, esos transgresores van desviando el curso de la historia a un lado y a otro y, en la medida en que aprovechamos los desvíos a mundos mejores para descubrirlos y aprovecharlos, esos antisistema resultan beneficiosos.

Cuidado: para que resulten beneficiosos es Necesario que haya una tendencia al orden, una voluntad generalizada de incorporar a la Sociedad esos beneficios, eventualmente reglamentándolos; en caso contrario se pierden en el caos.

Hay muchos ejemplos en la vida real en los que una cierta dosis de caos da mejor resultado que un orden estricto. Imaginemos un guardia de tráfico que consiguiese dirigir cada coche, individualmente, para que todo discurriese con precisión en el cruce de varias avenidas. Idealmente, sería La Solución al problema del tráfico. Lo malo es que ese super-guardia no existe, por el momento. La solución que funciona es que el tráfico lo dirigen unas normas, y unos cientos o miles de cerebros (en algunos casos es discutible lo de que lleven cerebro) que dirige cada uno su parte del caos.

Igual la Economía. Las economías centralizadas son potencialmente perfectas, pero en la práctica da mejores resultados la Economía de Mercado: caótica, pero que, como millones de cerebros intentan mejorar en ella, el resultado es casi aceptable. Si alguien discrepa, que se informe bien de cómo va la economía en la Venezuela que dirige un ex-conductor de autobús.

Las Comunicaciones clásicas, las de la Compañía Telefónica Nacional de España, se basaban en un orden absoluto: una línea para cada teléfono, y todo ello interconectado por máquinas que rozaban la perfección. Esas líneas están quedándose obsoletas. Ahora las comunicaciones se basan en protocolos caóticos, como la telefonía celular, el Wi-Fi, Bluetooth, TCP-IP; que no imponen el orden, sino que gestionan el caos: en líneas muy generales, cada equipo ‘habla’ cuando le dejan, cuando hay un cierto ‘silencio’ en la red, de una manera aleatoria, enviando los mensajes a trozos, y cada trozo por un camino distinto para evitar atascos… Caótico pero, no sólo funciona, sino que se impone con fuerza a los sistemas basados en el Orden.

En la Universidad de hoy pasa lo mismo: la estructura napoleónica de facultades y carreras ha evolucionado a un sistema flexible hasta el paroxismo, en el que por el método (es un decir) de créditos y currículos no es previsible que salgan dos universitarios con los mismos conocimientos, los títulos de las carreras significan cada vez menos y los padres miran escépticos los nombres de las asignaturas. A cambio, la Universidad empieza a dar profesionales cada vez mejor adaptados a la flexible y variable Sociedad, aunque sea con un cierto porcentaje de despistados que estudian lo que la Sociedad no necesita y no encuentran un trabajo adecuado a sus conocimientos; pero, como decía G. Marx, ninguna vida es completamente inútil, pues al menos sirve de contraejemplo.

Otro (caótico) ejemplo: la tercera luz del freno, esa que está en el centro del cristal trasero de cada vez más coches. Cuando a alguien se le ocurrió, estaba fuera del reglamento. En donde todo lo que no está expresamente permitido resulta estar prohibido, esa luz era ilegal y te ponían una multa (lo hemos vivido en esta España, muchos se acordarán); ahora es obligatoria. Alguien poco respetuoso con la Normas lo creó, resultó beneficioso, y la Sociedad evolucionó. Igual pasó con lo de llevar un depósito de combustible para emergencias: primero prohibido, ahora reglamentado, y en algunos sitios es ahora obligatorio.

Y las tan de actualidad ‘economías colaborativas’. Tanto Airbnb, como Uber, los infinitos sistemas de mensajería, de compartir coche como BlaBlaCar, etc. demuestran que hay un lugar fuera de lo establecido, que hay vida más allá de las Normas. A la vez, los taxistas, los hoteleros, los vecinos, etc. nos recuerdan que algunas normas son imprescindibles.

Es como enfrentar a la Prensa Libre (como La Crítica de León, por ejemplo) con el BOE.

Hasta los partidos políticos contrarios son imprescindibles. Si un gobierno hace algo bueno (a veces pasa), seguramente eso quedará a salvo del siguiente vuelco ideológico de los votantes. Lo mal hecho tiene menos probabilidades de supervivencia. Bien, por lo tanto, por la alternancia política, aunque a veces duela decirlo.

Y, a lo mejor, hasta un artículo un tanto caótico como este tiene la virtud de sembrar ideas provechosas en la Sociedad.

Félix Ballesteros Rivas

07/11/2018

agente.provocador.000@gmail.com