Francisco Ansón Oliart

La “Sucursal del Infierno”

El Internet oscuro. Foto: News, www.bbc.com

LA CRÍTICA, 17 OCTUBRE 2018

Francisco Ansón Oliart | Martes 16 de octubre de 2018
(...) Se ha comparado internet con un iceberg del que sólo conocemos la punta. Esto es, la información que nos proporcionan navegadores, buscadores como Google, Bing, etcétera, que aunque a nosotros nos parezca casi infinita, constituye una mínima parte: sólo el 4 por ciento de ese iceberg...

Hace unos días tuve ocasión de presenciar una tertulia. Ya había comenzado cuando empecé a verla y como –cosa sorprendente hoy día- hablaban bien de una organización, concretamente del Colegio de Abogados de una ciudad, reproduzco algo de lo que dijeron: que dicho Colegio funcionaba bien y aunque la asistencia sanitaria que proporcionaba había subido de precio, reconocían que durante muchos años los colegiados, ejercientes y no ejercientes y sus familias, habían gozado de una asistencia sanitaria muy barata y buena.

Más aún, la gestión de su Mutualidad, tanto para ejercientes como no ejercientes, era de “diez”, dado que había gestionado los recursos de manera ejemplar. Ahora bien, como en los próximos años iba a digitalizarse, comenzaron a hablar de internet , de la imposible transparencia en razón del llamado Internet negro, sobre el que existía un acuerdo unánime que constituía una a modo de sucursal del infierno: la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno.

Naturalmente me he hecho con ese número de la Mutualidad y en efecto, en la portada aparece escrito: “En la era digital.

El Plan Estratégico 2018-2022 de la Mutualidad de la Abogacía es su hoja de ruta para los próximos cinco años. Éste permitirá a la entidad adaptarse de forma muy ágil a los cambios que se produzcan y mirar al futuro con total seguridad y confianza.

Ya en el interior establece unos objetivos y estrategias tan razonables como acertados, que pienso que se cumplirán si se hace los que declara Ariza Rodríguez: Pero ¿qué es la transformación digital? “Tenemos muy claro que no es incorporar tecnología porque sí, sino convertirla en parte de nuestro modelo de negocio en sí mismo, transformando a la Mutualidad en un ente plenamente conectado al ecosistema digital” (Mutualidad de la Abogacía, nº 101).

Es cierto, que parte de esa conversión digital corresponderá al Internet negro, pero ese internet de que hablaban los tertulianos, no es al que se referían los tertulianos y es escaso respecto del contenido total de internet.

Se ha comparado internet con un iceberg del que sólo conocemos la punta. Esto es, la información que nos proporcionan navegadores, buscadores como Google, Bing, etcétera, que aunque a nosotros nos parezca casi infinita, constituye una mínima parte: sólo el 4 por ciento de ese iceberg.

Debo decir, que medir el contenido de internet en tantos por ciento, parece difícil. En todo caso, los contertulios pudieron darse cuenta que la mayor parte, quizá, de su uso de internet, corresponde a lo que ellos calificaban de Internet negro, dado que Google, ni ningún otro buscador, lo puede indexar Así, sus correos electrónicos –sus e-mail–, Whatshaps, las páginas en las que sólo se puede entrar con su contraseña, lo que suben a la nube y no sólo ellos, sino la casi totalidad de las empresas organizaciones e instituciones, sociales, políticas, industriales, de medios de comunicación, académicas, religiosas , económicas, militares,… en las que Google no puede entrar e indexar.

Pues bien, para los contertulios todo eso formaría parte del internet negro, aunque es claro que si alguno hubiera hecho notar lo que acabo de exponer, dado que se trataba de personas cultas e inteligentes, afirmarían que ellos al decir Internet negro no se referían a esto.

Tuve ocasión de leer hace algún tiempo un libro de Idoia Salazar, titulado, Las profundidades de Internet. Accede a la información que los buscadores no encuentran y descubre el futuro inteligente de la Red, que me interesó y me ha sido útil.

Recientemente la autora ha publicado un artículo en eldebatedehoy/ comunicacion/deep-web/, en el que escribe, con acierto y conocimiento: “La información disponible en internet es actualmente muy difícil de medir. Crece cada día a un ritmo exponencial, a todos los niveles. Los buscadores generalistas, como Google, han mejorado enormemente sus técnicas para conseguir indexar el mayor volumen de datos posible y, así, servírselos al usuario que no conoce más técnicas que la de Google. La Deep Web (a lo que los tertulianos se referían como Internet negro) almacena innumerable información relevante y de gran calidad para los investigadores. En contraposición, la parte ligada a la falta de legalidad o a los datos controvertidos, conocida como Darknet (internet negro), supone simplemente un pequeño elemento de ella.”

A continuación la autora facilita varios medios para llegar a esa información, entre ellos, unos buscadores que a mí me han sido útiles, por lo que con mi reconocimiento y agradecimiento a la autora, me permito reproducir:

Google Academic (https://scholar.google.es/): ofrece acceso a datos de gran fiabilidad, como artículos, editoriales, tesis, libros, bibliotecas, repositorios y bases de datos bibliográficos, entre otros muchos.

Microsoft Academic (http://academic.research.microsoft.com/): está especializado en literatura científica. Incluye contenido académico de más de 100 millones de publicaciones de muy diversos campos de estudio, procedentes de instituciones reconocidas como el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), IBM o las universidades de Stanford, California y Washington, entre otras.

La Referencia (http://www.lareferencia.info/joomla/es/): incluye más de 1 millón y medio de documentos, entre artículos, tesis doctorales y publicaciones científicas producidas en América Latina. Permite la búsqueda por países, áreas, títulos, autor o institución.

SciELO: (http://www.scielo.org/php/index.php?lang=es): es una de las bases de datos académicas más reconocidas. En ella se publican ediciones online completas de revistas científicas. Actualmente, tiene más de 1.200 revistas y más de 570.000 artículos.

The Internet Archive (https://archive.org/): es una biblioteca online, sin ánimo de lucro, que actualmente contiene millones de libros gratuitos, películas, software y música, entre otros muchos archivos.

Estos son solo un ejemplo de la multitud de recursos que podemos encontrar en la Deep Web. Simplemente tenemos que saber que existen y cómo llegar hasta ellos. Y, sobre todo, no temer adentrarnos en las profundidades de internet por miedo a encontrar, de forma impredecible, webs o información indeseable. Esos datos “ilegales” o “más oscuros” se hallan normalmente en otra capa y su acceso a ella es algo más complicado. Es la llamada Darknet (internet negro).”

Debo añadir que existen, dentro de ese iceberg, que nuestros tertulianos engloban en el Internet negro, otra serie de informaciones y contenidos de amplitud desconocida, que constituyen el nivel más clasificado, denominado las Islas Marianas donde, entre otros datos, se encuentran los de las redes gubernamentales con acceso restringido.

No obstante, dado que existen medios, publicados en periódicos de ámbito nacional que, aparentemente, permiten navegar anónimamente por Internet negro, sinceramente, por lo que he oído y leído me parece desaconsejable entrar en él, sin un motivo que descarte el de la simple curiosidad.

Uno de estos medios es TOR que “es una red de comunicaciones en la que el enrutamiento de los mensajes intercambiados entre los usuarios es cifrado, y no revela la dirección IP de dichos usuarios. TOR utiliza un software libre que funciona a través de una serie de routers donados por individuos y fundaciones para proteger el anonimato de los internautas y por tanto su libertad de actuación en la red… Pero, como es lógico, el mismo anonimato que permite a un disidente denunciar los excesos de un régimen dictatorial, o a un periodista de investigación infiltrarse en grupos criminales, también cubre el rastro de los ciberdelincuentes en la red… Y puedes encontrar cualquier cosa… Servicios de blanqueo de capitales, anuncios de sicarios y mercenarios, supuestos videos snuff, falsificación de moneda y/o tarjetas de crédito, ciberdelincuentes ofertando sus servicios entre los que, por ejemplo, han zombificado miles de ordenadores y ofrecen sus botnets para que el comprador las use como mejor le convenga: aumentar seguidores en Twitter, organizar un ataque de denegación de servicio a la empresa de la competencia, posicionar en los buscadores sus propios productos, etc… Pero lo peor de todo el viaje a Thor fue descubrir la nutrida, variada y prolífica presencia de la pedofilia en todas sus manifestaciones imaginables. ”(Antonio Salas, LOS HOMBRES QUE SUSURRAN A LAS MÁQUINAS, Ed. Espasa, 2015, pp. 330 y 331).

Un ejemplo de una experiencia personal. Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña, ha encontrado en el Internet negro, lo que sigue:

“Hackear un servidor web (VPS o hosting): 120 dólares

Hackear un ordenador personal: 80 dólares

Hackear un perfil de Facebook, Twiter, etc.: 50 dólares

Desarrollar spyware: 180 dólares

Localizar a alguien: 140 dólares

Investigar a alguien: 120 dólares

Ciberextorsión: ‘pedir presupuesto por correo’

Agrega el autor, con sentido del humor, “que debe de haber bastante competencia ya que los precios son muy asequibles” (Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña, EL QUINTO ELEMENTO, Ed. DEUSTO, 2015, p.127).

Pues bien, comentando estos datos en un grupo de matrimonios, que tres de nosotros habíamos comprado el libro, una señora dijo mirando a su marido: “Yo pagaría muy a gusto los 140 dólares para ‘Localizar a una persona’ y saber dónde estás de ocho a nueve de la tarde, porque, desde luego, en el despacho no estás”.

Un paso más da Antonio Salas, cuando habla de asesinos a sueldo en el internet negro (si bien un hacker puede matar socialmente) y detalla el precio de los sicarios, que también es bastante asequible, dependiendo el precio del grado de notoriedad o celebridad de la víctima, así como de si el cliente quiere que dicho asesinato parezca un accidente.

Para mí el paso definitivo lo proporcionan Cervantes y Tauste, en un libro, por el que habría que darles las gracias, puesto que, de manera rigurosa pero asequible, muestran al usuario lo peligros de internet -tal y como hacen, igualmente, el libro de Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña y el de Antonio Salas-, pero el de Cervantes y Tauste añade al final una serie de links muy valiosos a este respecto.

Pues bien, Cervantes y Tauste relatan el caso de un abogado de oficio, JGM, que decidió adentrarse por curiosidad, en el Darknet, el Internet negro y lo que vio le provocó tal conmoción que: “El horror habitaba en sus pupilas y no atinaba a saber cómo erradicarlo (intentaba pensar, para tranquilizarse, que se trataba de un montaje, porque aquél horror no podía ser real). Su particular investigación –sus indagaciones en la red y sus participaciones en foros anónimos en busca de la verdad duraron más de seis meses- terminó el día en el que leyó en un portal de Internet que habían detenido en Filipinas al autor del video Daisy’s destruction” (el video que él había visto). (Pere Cervantes y Oliver Tauste, INTERNET NEGRO, Ediciones Temas de Hoy, 2015, p.221). Más aún, el citado Antonio Salas que hubo de entrar, por necesidad, por razones profesionales, en el Internet negro, continúa todavía horrorizado con lo que tuvo que ver.

Por consiguiente, parece profundamente desaconsejable, por simple curiosidad, navegar por el Internet negro, dado que es preciso convenir con nuestros tertulianos que constituye un a modo de “sucursal del Infierno”.

Francisco Ansón