Manuel Pastor Martínez

Charles Krauthammer (1950-2018) in memoriam

El analista político norteamericano Charles Krauthammer falleció el pasado 21 de junio de 2018.

30 JUNIO 2018

Manuel Pastor Martínez | Sábado 30 de junio de 2018
Comencé a escribir estas líneas al atardecer del pasado 21 de Junio en mi residencia familiar en Saint Cloud, Minnesota. Pocas horas antes había visto en el digital FoxNews.com la noticia del fallecimiento de Charles Krauthammer...

... (en un artículo en 2008, creo, con admiración y una gota de humor traduciendo libremente su apellido, le llamé “martillo de berzotas”). A principios de este mes él mismo anunció en unas notas para la prensa que le quedaban pocas semanas de vida.

En muy poco tiempo durante esta primavera Estados Unidos ha perdido tres referentes culturales imprescindibles del mejor conservadurismo: el escritor Tom Wolfe, el historiador Richard Pipes, y ahora Charles Krauthammer.

Aunque Libertad Digital en años pasados publicó un buen número de artículos suyos (he contabilizado unos 140 entre 2006 y 2012), creo que CK era poco conocido y poco leído en España por el gran público, y especialmente por sus colegas los periodistas. La razón, sospecho, es que sus ideas políticas y su opinión eran demasiado “conservadoras”, o como algunos las describirían –incluido el propio CK–, “neoconservadoras”.

En efecto CK reunía algunas características de los “neocon”: intelectual judío, nativo de New York, con un “background” familiar cosmopolita, originalmente progresista (fue asesor y redactor de discursos para el candidato demócrata Walter Mondale a principios de los 1980s) pero se hizo conservador (o, como diríamos en España, liberal-conservador) a medida que avanzaba la presidencia de Reagan. CK se convirtió muy pronto, según opiniones autorizadas, en el más importante e influyente analista conservador –yo añadiría: el más culto y brillante– de la escena política estadounidense, publicando sus columnas y artículos en The Washington Post, The New Republic y otras revistas políticas importantes. Aunque no pertenecía a la tradición del conservadurismo clásico, la emblemática National Review le dedicó hace algunos años un homenaje con una portada en que lo caracterizaba como “The Critic-in-Chief” del presidente Obama, de su política y de su “psyche”.

En una entrevista hace tiempo le preguntaron qué había que hacer para ser un buen analista político, y con humor contestó: “Ir a la Escuela de Medicina”. CK se doctoró en Psiquiatría por la Universidad de Harvard y durante tres años practicó como interno en el Massachusetts General Hospital, descubriendo una forma rara de enfermedad maníaco-depresiva (“Secondary Mania”, Archives of General Psychiatry, November 1978).

Su estilo y profundidad en el análisis político efectivamente recuerdan al análisis psiquiátrico (no el psicoanalítico freudiano, sino el empírico-científico). CK escribió centenares, si no miles, de columnas y ensayos, pero su proyecto de publicar un libro sobre la política exterior de los Estados Unidos, desde una perspectiva que él denominó “democratic realism”, nunca se materializó.

En 2013 apareció una obra que reunía una selección muy cuidada de artículos suyos: Things That Matter. Three Decades of Passions, Pastimes and Politics (Crown Forum, New York). En este volumen combina cosas personales con aficiones, historia, religión, política y reflexiones filosóficas y morales. Resulta imposible destacar el mejor de sus ensayos, dada la calidad de todos, pero por su significación histórica señalaría los tres sobre los Estados Unidos en el capítulo final del libro, y concretamente el titulado “The Unipolar Moment” (originalmente publicado en Foreign Affairs, Winter, 1990/1991), a propósito del fin de la Guerra Fría y que acompaña a lo que el mismo CK describió –acuñando la expresión– “Doctrina Reagan”.

Los políticos que más admiró, antes de Reagan, fueron Winston Churchill (“The Indispensable Man”), Charles de Gaulle, Konrad Adenauer y Margaret Thatcher, entre los europeos; los presidentes F. D. Roosevelt, H. S. Truman, J. F. Kennedy, y los senadores demócratas “Cold Warriors” Henry Jackson y Pat Moynihan, entre los americanos. Los más despreciables, por supuesto, fueron Lenin (“who invented Totalitarianism”) y sus imitadores Stalin, Hitler, Mao, etc.

Su columna “sindicada” aparecía en 400 periódicos de todo el mundo. Entre los muchos premios que recibió en su carrera periodística estaba el Pulitzer y el William F. Buckley Jr.

Mi admiración por CK no me impide hacer alguna objeción a su pensamiento. Pese a una educación en el judaísmo ortodoxo, su escepticismo filosófico le llevó al borde del ateísmo, y en muchas ocasiones fue implacable con ciertos principios morales del catolicismo. Por otra parte, aunque crítico del Establishment, su elitismo intelectual le impidió comprender, valorar y aceptar los movimientos populistas conservadores, como el Tea Party y el fenómeno Trump.

La noche de las elecciones presidenciales de Noviembre de 2016, cuando Trump –contrariamente a la mayoría de las encuestas y los prognósticos de “cerebros” del análisis electoral como Karl Rove o Nate Silver– ganaba en los estados de North Carolina, Ohio y Florida, CK sentenció, con un tono evidentemente poco optimista: “Si esto continúa y Trump gana, es una revolución ideológica y electoral de un tipo que no hemos visto desde Reagan. Lo que esto significa ideológicamente es que el Partido Republicano se ha convertido en un partido populista.” (citado por Laura Ingraham, Billionaire at the Barricades, St. Martin´s Press, New York, 2017, p. 243). Aunque crítico de Trump y del trumpismo, nunca llegó a los extremos de los conservadores en National Review o de los neoconservadores en Weekly Standard.

Su comentario en la noche electoral probablemente fue una pequeña anticipación de sus últimos análisis políticos importantes, antes de de ser atacado por la cruel enfermedad que acabaría con su vida.