Después de los artículos que me han precedido en esta serie dedicada al salafismo yihadista en sus diferentes manifestaciones, lugares de actuación y con la participación de diferentes actores, pretendo presentar una visión de futuro - sabiendo que el futuro es imposible de adivinar - de dicho movimiento islámico radical siendo consciente de su dificultad dada la volatilidad, incertidumbre, complejidad y desorden estratégico existente en el actual y previsible ambiente de seguridad internacional.
Para ser más concreto, me voy a centrar en los cinco (5) grandes grupos que operan bajo el paraguas del salafismo yihadista y que producen más del 90% de los atentados y del número de víctimas que se han producido hasta la fecha, a lo largo de la segunda década de este siglo y que son Daesh - y antecesores - y sus filiales, Talibán, Boko Haram, Shabaab y Al Qaeda con sus franquicias.
Tres de ellos, Talibán, Boko Haram y Shabaab actúan en regiones o países determinados ya sea Afganistán, el Sahel o Somalia, mientras que los otros dos, Daesh y Al Qaeda extienden sus operaciones a nivel mundial. De acuerdo con el Anuario del Terrorismo Yihadista de 2017, del Observatorio Internacional de Estudios sobre el Terrorismo (OIET), el número de víctimas producidas por cada grupo el año 2017, de mayor a menor, son: Daesh (7.024), Talibán (2.718), Shabaab (1.254), Boko Haram (1.093) y Al Qaeda (614).
En lo que va del año 2018, incluido el mes de mayo, se ha apreciado el importante aumento de la actividad de los grupos Talibán en Afganistán y la incapacidad gubernamental para hacerles frente. Hay que tener en cuenta que la actual campaña de primavera-verano, que llevan a cabo estos grupos, preconiza un aumento sustancial de atentados terroristas en el país en el que, ahora, los yihadistas controlan el 70% del territorio. A estos atentados se añaden los cometidos por el Estado Islámico de Khorasán (IEK) que también se han incrementado considerablemente este año.
Boko Haram continúa con una actividad de gran letalidad como ha ocurrido con los atentados suicidas del pasado 1 de mayo y del 16 de este mes, en el noreste de Nigeria, que dieron muerte a 86 personas y al menos a 31, respectivamente. Sin embargo, este grupo ha adoptado una estrategia de supervivencia ya que está siendo combatido por los 5.000 efectivos de la fuerza militar G-5 integrada por miembros de los ejércitos de Chad, Burkina Faso, Mali, Mauritania y Niger. En la conferencia internacional del pasado 24 de febrero, celebrada en Bruselas, se aprobó la aportación de 414 millones de euros para ayudar a esta fuerza, de los cuales 176 son de la UE.
El grupo Al Shabaab ha matado a más personas que cualquier otro grupo en África. Durante 2017 y lo que llevamos de este año, este grupo del salafismo yihadista ha estado aterrorizando a Somalia y a su vecino Kenia por medio de una serie de brutales y complejos ataques que ha introducido un miedo terrible en el corazón del pueblo somalí. Su implacable campaña para derrocar al gobierno continúa reafirmando su control sobre regiones y puntos estratégicos a lo largo del país. En definitiva, Al Shabaab continuará dominando Somalia, a corto plazo.
En el próximo futuro Daesh se centrará en reagruparse en Irak y Siria mejorando su presencia global, promoviendo su ideología del salafismo yihadista, planeando ataques internacionales y animando a sus miembros y simpatizantes a atacar en sus propios países a pesar de que se haya frustrado su objetivo de disponer de un califato mundial en funcionamiento que domine a todos los pueblos. Las probables regiones o países de expansión de Daesh serán Afganistán, Yemen, Somalia, Libia o la larga franja de países del Sahel, donde existen grandes espacios vacíos en los que apenas llega la gobernanza estatal.
En cuanto a Al Qaeda, con mucha probabilidad, permanecerá siendo un actor importante en el salafismo yihadista global como consecuencia de disponer de un poder extraordinario en sus cinco franquicias. La primera amenaza estará en regiones donde operan sus franquicias y éstas continuarán dedicando sus esfuerzos a actividades locales incluyendo su participación en conflictos como Afganistán, Somalia, Yemen y Siria además de atacar otras partes de África, Asia y Oriente Medio.
Con independencia de que el salafismo yihadista global también está operando en el Sudeste Asiático, especialmente en Indonesia y Filipinas, los atentados terroristas más numerosos y más letales seguirán produciéndose en Afganistán, Irak, Siria, Somalia y en los países del Sahel.
A corto plazo, será Daesh quién tendrá un protagonismo principal en los ataques del salafismo yihadista de los que no se librará Occidente, especialmente Europa. Probablemente mantendrá una fuerte insurgencia en Irak y Siria como parte de una estrategia a largo plazo con objeto de permitir el resurgimiento de su llamado califato.
A medio plazo, Al Qaeda irá adquiriendo cada vez más peso en el salafismo yihadista mundial actuando en las regiones y países que se han mencionado - como está ocurriendo con la intensa campaña del nuevo grupo salafista yihadista, aparecido en el Sahel y leal a Al Qaeda, conocido como JNIM, dependiente de AQMI - al mismo tiempo que intentará llevar a cabo ataques en Occidente a través de células durmientes o individuos que se inspiren en su doctrina radical.
En definitiva, la amenaza del salafismo yihadista continuará con nosotros durante varias décadas ya que la narrativa de su ideología está fuertemente enraizada en las mentes y en los corazones de sus seguidores. La mejor forma en que la comunidad internacional puede hacer frente a esta narrativa ideológica es con el empleo de otra narrativa ideológica con más credibilidad y con mayor fuerza de persuasión y convencimiento, al mismo tiempo que ayuda militar y económicamente a aquellos países que por sí mismos son incapaces de tomar medidas eficientes contra el salafismo yihadista. No será fácil, pero hay que intentarlo sin ahorrar ningún esfuerzo porque nos jugamos nuestra civilización y nuestra forma de vida.
Madrid, 18 de junio de 2018