... capital de los Urales, pocos días antes de su trágica y misteriosa desaparición en la madrugada del 17 de julio de 1918. El mensaje, escrito por un “oficial” presuntamente leal al Zar, anunciaba su pronta liberación y concluía así: “El momento ha llegado. Debemos actuar (…) Esperad un silbido a medianoche. Será la señal.” (1)
Greg King y Penny Wilson en su exhaustivo análisis The Fate of the Romanovs (2003) sostienen que la frase aparece en la última de las cartas, casi con seguridad fabricada por la Cheka de los Urales (que había detectado la correspondencia secreta) para comprometer a la familia del Zar.
Los autores mencionados han relatado con ejemplar detalle y precisión la masacre de la familia Romanov en 1918, iniciada con el asesinato del Gran Duque Miguel, hermano menor del Zar, el 12 de Junio en Perm; continuada con el asesinato del Zar Nicolás, la Zarina Alexandra, el Zarevich Alexis y las cuatro Grandes Duquesas (Olga, Tatania, María y Anastasia) el 17 de Julio en Ekaterinburgo; y rematada con el asesinato de otros diecisiete Grandes Duques y Príncipes Romanovs en los días y meses siguientes. En el caso concreto del Zar, su esposa y sus hijos, el misterio ha persistido durante décadas por la desaparición de los cadáveres.
Hace algunos veranos el diario neoyorquino The Wall Street Journal publicó un artículo de Jonathan Earle, “Romanovs´Fate Revealed” (July, 11, 2012), en el que aseguraba que todo el misterio quedaba aclarado. También durante las vacaciones veraniegas dos años antes leí por casualidad una escueta noticia en la primera página del mismo The Wall Street Journal (August 27, 2010) que, aparentemente, pasó desapercibida por la opinión pública internacional: “A Russian court ordered prosecutors to reopen an investigation into the 1918 murder of Czar Nicholas II and his family”.
Con anterioridad, las últimas referencias en los medios a tal asunto, que me conste, habían sido: El 17 de Diciembre de 2007 en la revista conservadora norteamericana National Review (p.12): “Burned bones unearthed in July in a field near Yekaterinburg, Russia, have been identified by forensics experts as the remains of Alexei and Maria, children of Czar Nicholas II.” El 11 de Abril de 2008, el diario madrileño ABC (p. 32) daba la misma noticia, con sorprendente retraso, en un reportaje desde Moscú de Rafael M. Mañueco: “Los restos de Ekaterinburgo son de dos hijos del último zar. Las pruebas de ADN confirman que las osamentas halladas el pasado verano pertenecen al zarevich y su hermana María”. Finalmente, aún con mayor retraso, y en la misma fecha del 1 de Mayo de 2008, daban la misma información los diarios El Mundo y La Razón, ambos medios también de Madrid, en sendos reportajes firmados desde Moscú por Daniel Utrilla y Celia Maza, respectivamente.
Es inevitable pensar que en todos los casos mencionados –repito: que me conste personalmente, ya que probablemente se puedan encontrar otras referencias similares en la prensa mundial– tienen una misma fuente oficial en Moscú, y la forma repetitiva y recurrente de su publicitación la hacen sospechosa de cierta intención propagandística por parte de las autoridades rusas.
Entre los investigadores especializados en el tema, McNeal (en 2001), King & Wilson (en 2003, aunque rectificarán en 2011), y de forma casi permanente Peter Kurth en su blog a lo largo de la última década, han cuestionado y refutado a mi juicio con rigor las diversas manipulaciones sistemáticas de las pruebas de ADN que se han venido practicando y presentando sobre el caso, a raíz del sorprendente “descubrimiento” y posterior exhumación de los restos de la familia Romanov en 1991.
Como miembro del secreto y esotérico club de los anastasios –al que parece que perteneció también el presidente Kennedy, según documentan King y Wilson, que lidera legítimamente Peter Kurth (2) –, desde hace mucho tiempo vengo interesándome por la misteriosa desaparición de la familia imperial rusa el 17 de Julio de 1918 y la fascinante historia de la posible supervivencia de la gran duquesa Anastasia, que desde 1920 hasta 1984 encarnó muy verosímilmente una extraña y extraordinaria mujer, conocida mundialmente como Anna/Anastasia, sucesivamente apellidada Tchaikovsky, Anderson, y Manahan.
La literatura al respecto conforma ya una pequeña biblioteca, y lo que expongo a continuación son unas reflexiones sobre mis lecturas e indagaciones personales acerca del enigma, que resumo en cuatro hipótesis con diversas variantes y unas conclusiones propias:
Hipótesis 1:
Todos los miembros de la familia imperial desaparecieron y fueron asesinados en la fatídica fecha del 17 de Julio de 1918.
Mantenida por Yurovsky (1920), Wilton & Telberg (1920) y Casanova (1920). Asimismo: Gilliard (1921), Sokolov (1924), Trotsky (1940), Pipes (1991) y King & Wilson (2011).
Hipótesis 2:
La familia imperial desapareció el 17 de Julio de 1918, pero logró escapar y librarse de la matanza.
Mantenida por la Emperatriz Marie Feodorovna (1918). Asimismo: Groves (1919), Smythe (1920) y McNeal (2001).
Hipótesis 3:
La familia imperial desapareció el 17 de Julio de 1918, pero fue eliminada posteriormente, y algún miembro de la misma pudo salvarse.
Mantenida por Summers & Mangold (1976).
Hipótesis 4:
La familia imperial desapareció el 17 de Julio de 2018, pero la gran duquesa Anastasia sobrevivió a la matanza.
Mantenida principalmente por Rathlef-Keilmann (1928). Asimismo: Kurth (1983) y Blair-Lovell (1991).
Orígenes del Terror Rojo
El 17 de Julio del presente año 2018 se cumplirá el centenario de la desaparición y presunta masacre por los Bolcheviques de la familia imperial rusa, que según el gran historiador – recientemente fallecido– de la Universidad de Harvard, Richard Pipes (3), marca y encarna sangrientamente los orígenes del Terror Totalitario en el trágico siglo XX, percepción por cierto que encontramos anticipada también muy tempranamente, antes que en la historiografía convencional, en las interesantes memorias (1920-1924) de la periodista española Sofía Casanova (3).
Aunque formalmente el Terror Rojo se inició tras el atentado contra Lenin seis semanas después de la masacre, su trasfondo histórico y génesis hay que buscarlos en un proceso hacia el Totalitarismo y una secuencia de acontecimientos desde las primeras jornadas del año 1918 (4).
El punto de partida es la disolución de la Asamblea Constitucional (Enero 1918), con mayoría absoluta de los populistas (o social-revolucionarios) tras su primera sesión constitutiva, por decisión de Lenin y el Partido Comunista, siendo por tanto el fin del primer experimento democrático en la historia de Rusia. La Revolución Soviética avanza en un sentido totalitario al subordinar el Estado al Partido, convirtiéndose éste en la auténtica y única fuente del poder.
Las negociaciones con Alemania en Brest-Litovsk (desde Diciembre de 2017 hasta Marzo de 1918) crearán una situación desesperada para los Bolcheviques. En el río revuelto con un Lenin escéptico y pesimista (“paz a cualquier precio”), un Trotsky ingenuo y sin visión estratégica (“ni guerra ni paz”) y un Bujarin infantil y utópico (“guerra-jihad revolucionaria”), Stalin sacará ganancia como “pescador” brutalmente realista.
Tras la firma del Tratado de Brest-Litovsk (ratificado el 14 de Marzo por el Congreso de los Soviets), los Social-Revolucionarios de Izquierda abandonan el Gobierno en protesta contra Lenin y los Bolcheviques. Será la señal para el inicio de una oposición que culmina en la primera insurrección populista, proletaria contra el Estado Proletario: asesinato del embajador alemán Conde Mirbach (6 de Julio), rebelión armada y sangrienta de los eseristas en San Petersburgo y del ejército campesino de populistas liderados por Boris Savinkov en Iaroslav, Murom y Ribinsk. Paralelamente, primeros éxitos del Ejército Blanco y de la Legión Checa –que avanzan hacia Ekaterinburgo– en la ya abiertamente guerra civil con intervención extranjera.
Por el asesinato del embajador alemán y la rebelión populista van a suspender y detener temporalmente (entre el 6 Julio y finales de Agosto), bajo sospecha de colaborar con la rebelión, al jefe de la Cheka Felix Dzerzinski. Es poco conocido que durante ese periodo la supervisión de la organización terrorista y represiva le corresponderá al comisario de las Nacionalidades Stalin, aliado con el Jefe del Estado Soviético Sverdlov, quienes, entre otras cosas, tomarán la decisión de autorizar la ejecución sin juicio de los Romanovs por los chequistas de los Urales. Será una decisión que el Estado Soviético, incluidos los miembros del Gobierno y especialmente Lenin y Trotsky, aceptarán como hechos consumados.
En otras palabras, el Totalitarismo se sustancia definitivamente con la subordinación del Estado al Partido, y dentro del Partido la Cheka se consolida como la institución central del Terror Rojo en el nuevo sistema de poder comunista (5).
Mis conclusiones
Inspiradas en las distintas hipótesis, y especialmente en las investigaciones biográficas de Kurth (1985, 1995, 2005), Blair-Lovell (1991), y King-Wilson (2003, 2011), con algunas nuevas interrogantes.
Aunque la Hipótesis 1 es la más plausible histórica y científicamente, quiero expresar una particular reserva –probablemente producto de un romanticismo impenitente, típico de los “anastasios”, pero también con dudas razonables sobre ciertos supuestos históricos/historiográficos y científicos– reserva que subyace a la Hipótesis 4.
Digamos, resumidamente, que no me fío mucho de los pronunciamientos de los gobiernos soviéticos y postsoviéticos con sus ramificaciones chequistas y mediáticas, ni de las declaraciones de algunos sectores vinculados lacayunamente a la realeza británica, extrañamente coincidentes con los bolcheviques en negar la plausibilidad de la supervivencia de Anastasia. Una objeción esencial –aparte de la precisión/manipulación de las pruebas de ADN en décadas pasadas–, es que resulta muy cuestionable confiar en los servicios secretos rusos o británicos como garantes de la “cadena de custodia” de las pruebas.
Aparte de las miserias conocidas de la historia criminal de la Cheka-KGB, hoy tenemos también información sobre la participación de la inteligencia británica en el asesinato de Rasputin, y el innoble papel jugado por aristócratas rusos (Príncipe Felix Yusupov y otros Grandes Duques y Duquesas), alemanes (Gran Duque Ernest de Hesse) y británicos (Lord Louis de Mountbatten) –por no referirnos a la propia familia real inglesa– contra la persona y las demandas de Anastasia/Anna Romanov/ Anderson.
Notas