Crece pelos, quema grasas, alarga vidas, elixires de la felicidad, regeneradores articulares, alarga penes y así un montón más de...
... pócimas milagrosas con nula eficacia terapéutica en medio de unas proclamas desde el púlpito diario que se ven interrumpidas inmediatamente por más anuncios de milagrosos productos anti cal, ahuyentadores de insectos, remedios para lo que no lo tiene y que son simplemente un timo.
Lo más grave es que disfracen la publicidad de manera subliminal tras entrevistas pseudocientíficas de supuestos doctores que, tras larguísimas explicaciones escasas de rigor, te meten por los ojos el producto milagro. O peor aún, para que no puedas escapar de las interminables sesiones de anuncios te encasqueten sus invitados la recomendación de turno entre risas que no vienen a cuento.
¿Qué credibilidad puede tener un medio que es consciente de que está engañando a su audiencia con algunos productos que son un fraude? ¿Acaso piensan los anunciantes que, por ser principalmente los oyentes de estas cadenas gente mayor, poco al día de los avances científicos, son pardillos listos para ser timados? Pardillos no lo sé pero pánfilos tal vez cuando continúan sintonizando a esos que son capaces de vender su propia alma con tal de sacar beneficios.
Lo sorprendente es que haya honrados fabricantes o anunciantes que confíen su publicidad a estos mismos medios en los que abundan las supercherías. Porque… ¿contrataría usted un seguro que se anuncia inmediatamente después de un artilugio milagroso que promete eliminar la cal del agua de manera misteriosa gracias a un supuesto magnetismo? A menos, claro está, que estemos hablando del “magnetismo universal” de Paul C. Jagot…
¿Confiaría usted sus inversiones a una entidad que se anuncia inmediatamente después de escuchar que unas inexplicables ondas electromagnéticas o frecuencias inaudibles son capaces de ahuyentar roedores y toda clase de insectos incluyendo las repugnantes cucarachas? A menos claro está que en esas ondas inaudibles para nosotros viajen encriptados los acordes de “no me molestes mosquito” a los que estos bichos deben de ser muy sensibles.
O por poner un último ejemplo, ¿confiaría usted en unos grandes almacenes que se anuncian justo después de un champú milagroso que asegura regenerar las puntas del cabello -ahí es nada- “desde dentro”? A menos claro está que estemos hablando de micro-capilares todavía por descubrir que alimentan en las noches de luna llena a las células de queratina muertas.
La indudable valía de directores, redactores y algunos invitados de estas cadenas se pierde en parte por los engañosos anuncios en los que se envuelven haciéndoles perder credibilidad. De poco vale que después, disfrazada de patriotismo, se lance ponzoña contra el gobernante de turno. Los que saben leer entre líneas se dan cuenta que detrás hay un venenoso rencor por la escasa publicidad institucional que fluye a raudales a las cadenas enemigas. Puede que ese flujo sea consecuencia del oligopolio mafioso del mundo publicitario. Pero puede que no. Puede que el dime lo que anuncias y te diré quién eres sea algo más que una frase graciosa.