EL SALAFISMO YIHADISTA

Los orígenes del salafismo yihadista

Centenares de yihadistas detenidos en España desde 2015.

EL SALAFISMO YIHADISTA (1)

29 ABRIL 2018

Ignacio Fuente Cobo | Domingo 29 de abril de 2018
Aunque muchas veces se ha asociado la violencia yihadista a los mismos orígenes del Islam, la realidad es que los aspectos belicistas de esta religión responden a...

Aunque muchas veces se ha asociado la violencia yihadista a los mismos orígenes del Islam, la realidad es que los aspectos belicistas de esta religión responden a situaciones puntuales producidas por el entorno geopolítico en el que se va a originar y expandir. Es cierto que Mahoma además de Profeta y guía espiritual, fue un jefe guerrero y hombre de estado; pero son las circunstancias en las que surge el Islam y no el texto coránico, las que motivaron el empleo de la violencia.

A finales del siglo IX se asentaron las bases del salafismo, una doctrina que siglos después, preconizará el retorno a un Islam idealizado tal y como era practicado por los píos predecesores, los compañeros del Profeta, o as-salaf as-sâlih, término del que deriva la palabras salafismo. El rechazo de la llamadas “innovaciones censurables”, es decir, todas aquellas cosas introducidas en la comunidad musulmana que no habían sido propuestas o aplicadas por el Profeta, pasarán ahora a ser rechazadas por la Charía, una doctrina normativa inspirada en los textos sagrados y que, por tanto, no podía ser modificada, ni siquiera discutida.

Los esfuerzos bélicos que supusieron las Cruzadas, junto con el esfuerzo europeo durante varios siglos por controlar Tierra Santa y la destrucción de califato abasí por los mongoles en el siglo XIII, una catástrofe comparable a lo que supuso para la Cristiandad la toma de Constantinopla por los turcos en el siglo XV, brindaron a la yihad una nueva oportunidad. Encontrarse a la defensiva llevó a un endurecimiento teológico y político de las posiciones musulmanas y dio a la yihad nueva relevancia, al juzgar la validez de la fe de una persona según su disposición a emprenderla.

Fue en estas circunstancias cuando los autores de la época, fundamentalmente Ibn Taymiyya, promovieron la teoría clásica de la yihad, con el fin de implantar la aplicación estricta de la Charía e imponer la autoridad del Islam, convirtiéndose así en la principal referencia ideológica de los salafistas modernos y su extensa obra establecerá los fundamentos de casi todas las corrientes islamistas modernas, desde el wahabismo saudí, hasta el pensamiento de los Hermanos Musulmanes, así como el de otras corrientes salafistas contemporáneas.

Durante los siglos XVIII y XIX tuvieron lugar en diversas regiones yihads de purificación y vuelta al pasado, que fueron dirigidas tanto contra las potencias coloniales, como contra sus propios correligionarios musulmanes. La más radical e importante fue la de los wahabíes en Arabia Según para los que la yihad constituía un verdadero sexto pilar del Islam a la misma altura que la profesión de fe, el ayuno, la oración, la limosna, o la peregrinación a la Meca. Su inspirador fue el clérigo Mohamed Ibn Abdel Waheb, cuya alianza en el llamado Pacto de Nayed en 1744 con Mohamed Ibn Saud, jefe de una de las tribus más importantes de la Arabia de la época dará lugar al nacimiento en el siglo XX a la actual Arabia Saudí. La combinación de la acción política y religiosa de estos dos hombres y de sus descendientes fue lo que permitió a la ideología wahabí convertirse en doctrina de estado. El resultado fue el llamado “salafismo quietista, purista, o escolástico” basado en el compromiso entre unos líderes religiosos que rechazaban entrometerse en política y buscaban cambiar la sociedad a través de la predicación, y el poder político que actuaba de acuerdo con la interpretación más rígida de la Charía. La hostilidad hacia los valores occidentales y la combinación de los escritos del cofundador Abdel Waheb y de los recursos petrolíferos del estado saudí para propagar la ideología wahabita, se convirtieron en estrategias naturales de esta corriente rigorista que se extendió a partir de la Segunda Guerra Mundial por todo el mundo musulmán.

A partir del siglo XIX, las conquistas europeas del norte de África y rusa del Cáucaso, así como la división del mundo árabe entre las potencias coloniales en el llamado pacto de Sykes-Pickot produjeron un profundo impacto en el subconsciente musulmán al percibirlas como una humillación, creando así el caldo de cultivo apropiado para la radicalización política e ideológica.

En este contexto surgirán en 1928 los Hermanos Musulmanes, inicialmente moderados, que constituirán una de las escuelas fundamentales del pensamiento yihadista moderno. Sus fundadores fueron personajes como Hassan Al-Banna, o Sayid Qutub quienes defendían la idea de que era la influencia occidental, la que había hecho revertir a la comunidad musulmana al estado de postración e ignorancia en que se encontraba antes de la llegada del Islam. Resultaba por tanto imprescindible “limpiar” las sociedades musulmanas de toda contaminación de Occidente, a través de la yihad ofensiva y la aplicación de la Charía, con el objetivo final de volver al Islam de los primeros tiempos, lo que debía lograrse por medio de la implantación de un Califato islámico.

Inspirados en las ideas de Ibn Taymiyya, su lema “el Islam es la solución” configuró una nueva forma de salafismo político, basado en la implantación del proyecto islamista, como la única alternativa posible a regímenes que estimaban corruptos. Esta forma de pensamiento conocida como “salafismo activista o reformado” se diferenciaba de los salafistas wahabíes, en la preferencia por la acción política y el rechazo del rigorismo formal, si bien compartían con ellos la llamada a la yihad. Su influencia fue muy importante en países como Egipto o Túnez, durante las Primaveras árabes de 2011.

Los Hermanos Musulmanes conceptualizarán la idea del Takfir, que consiste en excomulgar – considerándolos apóstatas -, a todos los musulmanes que no estaban dispuestos a aplicar su visión extremista del Islam salafista. Igualmente, propugnarán la abolición de los estados musulmanes, productos para ellos de formas de pensamiento occidental y, por tanto, corruptas. Estas ideas no cesarán de irradiarse por el mundo musulmán impulsadas por activistas como Mustafá Chukri fundador del grupo Attakfir wal Hijira, “excomunión y exilio”, que condenará a muerte a todos aquellos musulmanes o no, que no comulgasen con su visión extremista y se mostrará partidario de aislarse de la sociedad, “exiliarse”, antes de atacar al poder.

Si bien la década de 1970 fue cuando se asiste en la mayor parte de los países musulmanes, a una politización creciente del Islam con la irrupción de grupúsculos cada vez más combativos y de movimientos cada vez más reivindicativos, será la operación “Tormenta del Desierto” durante la 1ª Guerra de Iraq, la que rompió la alianza política entre las monarquías petrolíferas del Golfo y los partidarios de la yihad. Estos últimos tomarán partido contra la coalición internacional liderada por los Estados Unidos, convencidos de la necesidad de destruir el poderío norteamericano, “la cabeza de la serpiente”, que se había atrevido a hollar, con su despliegue en Arabia Saudí, las tierras santas del Islam. La autorización de las monarquías árabes para desplegar tropas norteamericanas en su propio territorio, colocó a regímenes como el saudí en el lado de los “apostatas”, consolidando la ruptura del movimiento salafista con la aparición del llamado “salafismo yihadista” que denunció al poder saudí al emitir varias fatuas en las que se autorizaba la lucha contra ella. A partir de ese momento, miles de activistas comulgaran con la nueva ideología del salafismo yihadista que se extenderá como una mancha de aceite por el mundo árabe y que encontrará a partir de 1980, en el Afganistán invadido por la Unión Soviética, un campo de experimentación excelente para poner en prácticas sus ideas extremistas.