En la historia mundial de la segunda mitad del siglo XX destacan tres parejas de hermanos muy poderosos políticamente en sus respectivos países, cuyas vidas (...) Me refiero a los hermanos Diem y Nhu Ngo en Vietnam del Sur, a John y Robert Kennedy en los Estados Unidos, y a Fidel y Raúl Castro en Cuba.
En la historia mundial de la segunda mitad del siglo XX destacan tres parejas de hermanos, muy poderosos políticamente en sus respectivos países, cuyas vidas –y en dos casos, sus muertes– han estado entrelazadas. Los hermanos de cada pareja nunca llegaron a encontrarse e interactuar personalmente con los de las otras, pero los actos y decisiones de cada una de ellas afectaron a las otras de forma dramática, condicionando el destino de sus respectivas naciones.
Me refiero a los hermanos Diem y Nhu Ngo en Vietnam del Sur, a John y Robert Kennedy en los Estados Unidos, y a Fidel y Raúl Castro en Cuba.
Las similitudes son obvias. Diem, John y Fidel fueron presidentes en sus respectivos países, y sus hermanos menores Nhu, Robert y Raúl ocuparon la segunda posición políticamente más poderosa en sendos esquemas nepotistas, como los más altos consejeros políticos de sus hermanos presidentes (en el caso de Robert Kennedy, además, como ministro de Justicia, y en el de Raúl Castro como ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias), y en los tres casos como responsables de facto, respectivamente, de los aparatos de inteligencia, policía y seguridad nacional.
Hay una característica común, que analizo más adelante: pese a las enormes diferencias ideológicas entre las tres parejas, todos recibieron en su infancia y juventud una formación religiosa católica de tipo tradicional (digamos pre-conciliar), que solo en el caso de los Castro sería sustituida después por una fe teóricamente atea, aunque Fidel –que se declaraba agnóstico– siguió insistiendo con fines propagandísticos hasta su muerte que el marxismo era compatible con el cristianismo, especialmente la versión que representa la Teología de la Liberación en América Latina.
Curiosamente, hay un precedente histórico en otra pareja de hermanos, Benito y Arnaldo Mussolini, cuyo vínculo político estaba también muy condicionado por la religiosidad católica del hermano menor del líder fascista, caso que había sido poco estudiado hasta la obra de David I. Kertzer (The Pope and Mussolini, Random House, New York, 2014). Cuando Mussolini llega al poder, Arnaldo será nombrado responsable del órgano del Fascismo, Il Popolo d´Italia, hasta su prematura muerte en Diciembre de 1931. El dictador hablaba todas las noches largamente por teléfono con su hermano, que era su principal consejero político, y que fue determinante en el acercamiento al Vaticano (Pactos Lateranenses de 1929) e, incluso formalmente, en el reencuentro personal de Benito Mussolini con la Iglesia Católica (su “conversión” y su relación con una especie de confesor o confidente –al que en Alemania llamarían “el Rasputín de Mussolini”–, el jesuita Pietro Tacchi Venturi, su secreto matrimonio religioso, el bautismo de sus hijos, la boda de su hija Edda, etc.), al menos durante la vida de Arnaldo.
Otro precedente, con roles invertidos respecto al catolicismo en comparación con el caso Mussolini, es el de los hermanos Franco en España, a partir de la rebelión militar de 1936 y durante una buena parte del franquismo. El general Francisco Franco contó con el importante asesoramiento de su hermano, el “hermanísimo” Nicolás Franco en la sombra, junto al más público “cuñadísimo” Ramón Serrano Súñer, pergeñando la transformación del dictador desde la posición de Jefe del Gobierno a la de Jefe del Estado. Nicolás, desde su prolongada y próxima embajada en Lisboa, continuará como consejero áulico y confidencial, aunque su catolicismo (inversamente al caso de Arnaldo Mussolini) nunca fue tan sincero y militante como el de su hermano.
Hay otra característica común, obviamente, que solo comparten los Ngo con los Kennedy: en ambos casos, como le ocurriera también a Mussolini en 1945 con el hundimiento de su régimen, los hermanos fueron brutalmente asesinados. Diem y Nhu el mismo día, conjuntamente, en el curso de un golpe de Estado militar, el 2 de noviembre de 1963. John Kennedy, veinte días después, en el atentado de Dallas el 22 de noviembre de 1963; su hermano Robert Kennedy será víctima de otro atentado años más tarde, en Los Angeles, poco después de medianoche en la madrugada del 5 de junio de 1968, tras haber ganado las elecciones primarias presidenciales del partido Demócrata en California.
El único de los hermanos menores que conseguirá suceder a su hermano mayor en el poder, sin la muerte por medio, es Raúl Castro en 2008, aunque de hecho ya ostentaba en funciones el máximo cargo desde 2006, por la avanzada edad y enfermedad de Fidel. Por otra parte se sabe o se sospecha que éste, a lo largo de su prolongado mandato, había sido objeto de un elevado número de atentados contra su vida (sobre su hermano Raúl no tengo información). No obstante ambos eran el objetivo de al menos dos conocidos planes, de la CIA y del Ejército, bajo la presidencia de John F. Kennedy: en 1961, durante la frustrada invasión de Bahía de Cochinos, y en el plan de golpe de palacio que iba a liderar el comandante Juan Almeida en diciembre de1963 (cancelado por orden el presidente Johnson inmediatamente después del magnicidio en Dallas), pero es evidente que ambos han sobrevivido en una de las más largas dictaduras de la historia contemporánea.
Sobre los Kennedy y los Castro hay una inagotable bibliografía (sobre los primeros en concreto, según información de noviembre de 2013 en el New York Times ¡más de 40.000 libros!). Me permito mencionar tres obras: las de David Talbot, Brothers (2007), Waldrom y Hartmann, Legacy of Secrecy (2008), y especialmente Gus Russo y Steven Molton, Brothers in Arms (2008), que analizan sus respectivas vidas paralelas e interacciones, y en el caso de los Kennedy, sus muertes. Sobre los hermanos Ngo la bibliografía es más escasa y menos conocida, aunque hay algunos trabajos excelentes de A. Bouscaren (1965), E. Hammer (1988), A. Blair (1995), T. Ahern (2000), S. Jacobs (2006), y recientemente los de Edward Miller, Misalliance: Ngo Dinh Diem, the United States, and the Fate of South Vietnam (Harvard University Press, Cambridge, MA, 2013), y de Geoffrey Shaw, The Lost Mandate of Heaven. The American Betrayal of Ngo Dinh Diem, the President of Vietnam (Ignatius Press, Ft. Collins, CO, 2015). Asimismo la interesante biografía de la poderosa Primera Dama en el régimen de Vietnam del Sur, Finding the Dragon Lady. The Mistery of Vietnam’s Madame Nhu (PublicAffairs, New York, 2013), de Monique Brinson Demery. Madame Nhu era la esposa del hermano de presidente, Nhu Ngo, pero oficiaba como Primera Dama ya que el presidente Diem Ngo era soltero y probablemente gay como insinúa la autora Brinson Demery.
Sobre el catolicismo de los Kennedy hay también una abundante literatura, aunque en el caso del presidente hay que sospechar un alto grado de cinismo e inmoralidad en su conducta, poco congruente con su pertenencia oficial a la Iglesia. El catolicismo de su hermano Robert era más firme y sincero (lo que no impidió que también mantuviera relaciones adúlteras en algún momento), aunque en una manera un poco fanática, próxima a la Teología de la Liberación o a una democracia cristiana radical izquierdista (recuérdese su sintonía con el sindicalista agrario César Chávez y sus tácticas de resistencia pasiva, como discípulo de Saul Alinsky, maestro éste asimismo directamente de Hillary Clinton e indirectamente de Barack Obama).
Los hermanos Castro, antes de su conversión al comunismo, recibieron una educación católica tradicional, aunque sesgada políticamente hacia un compromiso social o “social-fascista”. Uno de sus maestros del bachillerato en Cuba, al que llegué a conocer ya jubilado en España, el sacerdote jesuita Alberto de Castro, era un admirador de José Antonio Primo de Rivera y de la doctrina falangista de un catolicismo en sintonía con la “justicia social” típica de los fascismos latinos y latinoamericanos, y me reveló que Fidel en su juventud también admiraba las doctrinas del líder falangista español y del justicialismo peronista.
En relación al catolicismo (por estar bautizado) de Fidel Castro, no es muy conocido el hecho de que el Vaticano, bajo el pontificado de Juan XXIII, dictó la pena de excomunión contra el líder comunista cubano el 3 de Enero de 1962.
Puede resultar curioso, incluso extraño o exótico, que fueran los hermanos Ngo los que mantuvieran una posición católica tradicional más coherente a lo largo de sus vidas, que practicaron la religión romana con más convicción y continuidad hasta sus muertes, y que la misma fuera la fuente filosófica inspiradora de sus vidas personales y de su común ideología política nacionalista y anti-comunista. Desgraciadamente su catolicismo fue también un factor determinante de su trágico final. Un hermano mayor de los Ngo había sido asesinado por los comunistas en 1945 y otro, Ngo Dinh Thuc, será arzobispo católico de Hue, máxima jerarquía eclesiástica en Vietnam durante el régimen Diem, y responsable hasta cierto punto del hundimiento del mismo. Parece que la actuación del arzobispo no fue afortunada en el conflicto con las pagodas budistas, cuyas revueltas (con la publicitada autoinmolación de los monjes) precipitarían el violento fin del gobierno de los hermanos Ngo. Este asunto fue precisamente la chispa que inició una serie de procesos concatenados que afectarían no solo a los Ngo, sino también a los Castro y a los Kennedy.
Si los Papas Pío XI y Pío XII establecieron una distinción entre el “Buen Fascismo” (aliado y respetuoso con los derechos de la Iglesia) y el “Mal Fascismo” (anticlerical , anticatólico, y aliado del Nazismo), tratando siempre de justificar y ensalzar el lado bueno de Mussolini hasta el final, no es extraño que mediante el caso personal del entonces Secretario de Estado Eugenio Pacelli y después Pontífice, establecieran unas especiales relaciones, respectivamente, con la familia Kennedy y con la familia Ngo desde los años treinta, mostrando una clara empatía con las tendencias hacia un “fascismo” amable o bueno, anticomunista, del jefe del clan americano, Joseph Kennedy (que culminaría en sus posiciones de apoyo a Franco y de apaciguamiento respecto a Hitler), y asimismo con el clan vietnamita que estaba destinado a jugar un papel histórico como baluarte del catolicismo y el nacionalismo anticomunista en el Sudeste Asiático.
Los Castro era otra historia, dada su deriva hacia el comunismo (a diferencia de la encíclica sobre el Fascismo –Non abbiamo bisogno, 1930– en la referente al Comunismo –Divini Redemptori, 1931– no había una distinción teórica entre un Buen y un Mal Comunismo), primero explícitamente con la militancia de Raúl, y finalmente con la adhesión pública de Fidel, que tendría como consecuencia la excomunión dictada durante el pontificado de Juan XXIII.
El brutal asesinato de los hermanos Ngo a principios de Noviembre, que seguramente los hermanos Kennedy no habían contemplado como necesario correlato del golpe de Estado, va a producir una hipotética reacción en cadena. Los hermanos Castro pudieron tener alguna información de que se planeaba una acción similar contra ellos que tendría lugar el día primero de Diciembre, y asimismo tener la muy lógica percepción de que –viendo lo que había ocurrido en Saigón, sin conocer con exactitud el verdadero rol que habían jugado los hermanos Kennedy– incluyera también el asesinato de ambos (véase mi ensayo “Algunas claves sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy” en Kosmos-Polis, Diciembre de 2013, y en La Ilustración Liberal, Invierno 2013-2014). Su reacción, según esta hipótesis, sería anticiparse y activar la conspiración que finalmente asesinaría al presidente norteamericano el 22 de Noviembre.
Un documentado y actualizado análisis de los trágicos sucesos concatenados sobre los hermanos Ngo y los Kennedy nos lo ofrece el historiador norteamericano Robert Dallek en su libro, Camelot´s Court. Inside the Kennedy White House (HarperCollins, New York, 2013), quien constata que hacia finales de Octubre, pocos días antes del golpe de los militares en Saigón, operación alentada por el embajador Cabot Lodge y al que se suman, ante la indecisión del presidente, entre otros, su hermano Robert, el almirante Forrestal, los consejeros Harriman y Hilsman (frente a la opinión contraria del general Maxwell Taylor, del secretario Robert MacNamara, del consejero McGeorge Bundy, y del ex embajador Nolting), el propio Johh F. Kennedy tuvo la impresión de que ya había perdido el control de la política exterior en Vietnam. Desgraciadamente también había perdido el control de la política sobre Cuba, en cuyo peligroso aventurerismo su hermano Robert tenía asimismo un destacado rol.
Los Castro, a diferencia de los hermanos Kennedy y los hermanos Ngo, sobrevivieron a distintos intentos de muerte violenta, pero su régimen sustentado durante tantos años en asesinatos políticos, en diversas formas de políticas públicas y represión física y moral, se encuadraría perfectamente en lo que la Iglesia Católica –al menos antes del Papa Francisco– venía describiendo y condenando como la Cultura de la Muerte.