Al ritmo que evolucionan los acontecimientos hoy en día es una interesantísima tarea de prospectiva imaginar cual será el entorno operativo de las Fuerzas Armadas en general y del Ejército del Aire. La mayor parte de los análisis de futuro que realizan organizaciones como la OTAN y otras fuerzas aéreas de nuestro entorno se fijan como meta temporal el año 2030-2035, por lo que el horizonte del año 2050 es un objetivo mucho más ambicioso, con un margen de error mucho mayor.
Lo que sí está claro es que las Fuerzas Armadas, y muy especialmente el Ejército del Aire, se enfrentan a un escenario de cambio acelerado, sin comparación con otras épocas históricas, con un sector tecnológico que se desarrolla a una velocidad sin precedentes, casi exponencial, y que condicionará y marcará, en gran medida, la forma en la que se trabajará, en la que se operará, es decir, “el cómo” se harán las cosas.
Sin embargo, hay dos elementos que con una probabilidad muy alta permanecerán inalterados en gran medida. Uno es la misión encomendada al Ejército del Aire. Y otro su contribución a esa misión. Es decir, “el qué”. El núcleo esencial de la misión del Ejército del Aire, recogido actualmente en la Constitución y la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, permanecerá prácticamente inamovible. Independientemente de los cambios en el entorno y los avances tecnológicos, seguirá siendo imprescindible asegurar la defensa e integridad del territorio nacional y del ordenamiento constitucional y garantizar 365/7/24 la vigilancia y control del espacio aéreo de soberanía e interés, así como preparar, adiestrar y sostener la Fuerza aérea para ponerla a disposición de la estructura operativa.
Los “roles” esenciales del Poder Aéreo seguirán, muy posiblemente, vigentes: Control del Aire para garantizar la libertad de acción de toda la fuerza conjunta; Ataque para ser capaces de producir los efectos deseados tanto a grandes distancias cómo en apoyo de las fuerzas de superficie; Contribución a la capacidad de vigilancia y reconocimiento, para recopilar, diseminar y procesar la información necesaria para generar una verdadera superioridad en el ciclo de decisión; Movilidad Aérea para ser capaces de proyectar con rapidez y sostener nuestras fuerzas allí dónde se decida su empleo.
Además de estos cuatro roles principales, existen otras funciones básicas que seguirán siendo críticas para el Ejército del Aire. El Mando y Control aéreo es una herramienta esencial hoy en día y su importancia crecerá, siendo necesario ejercerlo de forma integrada en todos los dominios de operación, incluyendo el espacio y el ciberespacio. Debido a la naturaleza de las operaciones aéreas las fuerzas aéreas tienen siempre el más alto grado de disponibilidad, lo que les obliga a un adiestramiento constante que seguirá existiendo también en 2050. Y por supuesto, el sostenimiento, que permite generar y mantener operativos los medios necesarios.
“El cómo” sí que sufrirá grandes variaciones, difíciles de prever: Plataformas tripuladas y misiles de crucero con características “stealth” (sigilosas, de difícil detección) y capaces de alcanzar velocidades hipersónicas; enjambres de vehículos no tripulados, aeronaves tripuladas a distancia (RPA) de alcance prácticamente global y mini drones armados; satélites armados y sistemas de vigilancia, identificación y seguimiento espacial; uso intensivo del ciberespacio, incluyendo amplias campañas de desinformación y de comunicación estratégica;sistemas de procesamiento y decisión basados en inteligencia artificial y “big data”; impresión 3D de piezas de repuesto para mantenimiento avanzado, misiles balísticos. Todo ello aplicado a escenarios complejos, que evolucionan a una velocidad sin precedentes, con presencia permanente de medios de comunicación y difusión de información sin controlar o verificar, con actores de todas las naturalezas posibles: civiles, militares, organizaciones violentas o relacionadas con actividades ilícitas. Y un último factor, la proliferación. La tecnología más avanzada hace tiempo que dejó de ser patrimonio exclusivo de las fuerzas armadas y los estados. El ataque que ha sufrido en fechas recientes una de las bases rusas en Siria por parte de un grupo coordinado de drones armados es un ejemplo de lo que está por venir.
Desde su nacimiento el poder aeroespacial ha sido un factor determinante en todos los conflictos y campañas de todas las naturalezas, desde la gestión de crisis a campañas de gran intensidad como la Segunda Guerra del Golfo, el conflicto de los Balcanes o Libia. Por sus características de proyección global, flexibilidad, rapidez y versatilidad, el poder aeroespacial es un multiplicador de fuerzas, que permite la libertad de acción del resto de componentes. De hecho, el control del aire es en muchos casos una condición previa imprescindible para el inicio de las operaciones en superficie. Esta situación se acentuará aún más en el futuro, gracias a las capacidades que aportarán las plataformas de nueva generación.
El espacio y el ciberespacio son ya nuevos dominios de operación para las fuerzas armadas y las operaciones “multi-dominio”, sincronizadas con las que tengan lugar en los tradicionales dominios terrestre, marítimo y aéreo, serán moneda común.
EJÉRCITO DEL AIRE
Madrid, 6 de febrero de 2018