FUERZAS ARMADAS 2050. PROSPECTIVA

El personal del Ejército de Tierra en el 2050

23 ENERO 2018

Felipe Quero Rodiles | Martes 23 de enero de 2018
La razón de ser del Ejército de Tierra es el uso legítimo de la fuerza para la defensa de la Nación, de sus intereses y de la vida y derechos de sus ciudadanos. En definitiva, el combate ante cualquier forma de agresión, en el que la función de sus militares es satisfacer sus necesidades operativas....

La razón de ser del Ejército de Tierra es el uso legítimo de la fuerza para la defensa de la Nación, de sus intereses y de la vida y derechos de sus ciudadanos. En definitiva, el combate ante cualquier forma de agresión, en el que la función de sus militares es satisfacer sus necesidades operativas.

Para ello el personal militar ha tenido que disponer siempre de valores espirituales absolutos y capacidades profesionales acomodadas a las condiciones y circunstancias del momento, y a las formas y modos de acción al uso. Ambos requerimientos, valores y capacidades, siguen siendo imprescindibles para abordar con éxito el combate.

Los valores espirituales son los que proporcionan la energía interior imprescindible para afrontar y sostener la lucha, sus exigencias, sacrificios y renuncias, no en balde la Milicia es una profesión del espíritu, como afirmó Ortega al asegurar que la fuerza militar no es fuerza bruta sino fuerza espiritual.

La escala de valores morales puede ser amplia y variada, pero hay un pequeño conjunto de ellos que resultan esenciales, para nuestro Ejército y para todos los del mundo, y que se puede concretar en cuatro: patriotismo, deber, honor y disciplina. El patriotismo, prodigiosa síntesis de sentimiento y entrega que hace posible el sacrificio máximo, aún en acciones menores o secundarias, si lo que está en jugo es la seguridad de la Nación. El deber, compromiso de cumplir al máximo, es mucho más que la obligación y supera claramente al profesionalismo El honor, coherencia entre proceder y conciencia, obliga a anteponer la dignidad a cualquier otra cualidad, incluida la propia estima. Y la disciplina, condición que hace al Ejército fuerza legítima, donde la más principal hazaña es obedecer y el modo como ha de ser es ni pedir ni rehusar, como con tanta brillantez describió Calderón de la Barca, soldado de la Infantería española.

Las capacidades profesionales son las que proporcionan el conocimiento y la pericia necesarios para hacer posible el cumplimiento de la misión. Comienza con una buena condición física para superar las fatigas y exigencias que impone el combate, la permanencia prolongada en la zona de operaciones y la asimilación de los programas de instrucción y adiestramiento. Y continúa con una adecuada formación militar, siempre imprescindible para actuar y operar con eficacia en el combate y para cumplir satisfactoriamente las misiones que se le encomienden, y que comprende los conocimientos tácticos de las diferentes modalidades de la acción y procedimientos operativos, y la eficacia en el empleo de armas y materiales.

En el horizonte temporal señalado, estos valores y capacidades han de continuar siendo sobresalientes y absolutamente acordes con las acciones y operaciones más probables, que serán las que demanden la Seguridad Nacional y los compromisos internacionales. Dichas acciones se pueden concretar en: guerra, guerra irregular o híbrida, y operaciones internacionales.

La guerra, o enfrentamiento armado entre dos estados o alianzas, es básicamente un procedimiento de fuerza del estado. Por su trascendencia y peligrosidad es más grave de los riesgos que pueden gravitar sobre la Nación, por lo que ha de ser considerada en primer lugar aunque su probabilidad no sea muy alta en nuestros días, pero su desencadenamiento puede producirse en cualquier momento, baste recordar Crimea, Ucrania, el Báltico, el enfrentamiento permanente árabe-israelí, la inestabilidad iraní o el reto de Corea del Norte. El personal del Ejército, como siempre, deberá estar preparado para afrontar la guerra del futuro, de forma que sus valores y capacidades estén a la altura de las necesidades operativas que demande el futuro, especialmente en lo referente a las nuevas tecnologías, como son los sistemas de localización por posicionamiento, las armas laséricas, los drones armados, las comunicaciones vía satélite o los fuegos precisos a gran distancia.

La guerra irregular, también denominada híbrida, es la que llevan a cabo elementos no estatales, normalmente clandestinos, diluidos entra la población, con técnicas terroristas y medios sutiles, ataques oportunistas, y muy bajo o nulo respeto a las leyes y al derecho internacional. Su finalidad es sembrar el pánico en la población atacada. El prototipo que más preocupa a nuestra sociedad hoy es el yihadismo, cuyos elementos no son soldados sino delincuentes, por lo que ha de combatirse básicamente con medidas penales, policiales y de inteligencia, en que el Ejército puede y debe colaborar, para lo cual su personal, sin menoscabar los valores y capacidades necesarios para la guerra tradicional, ha de estar preparado para la protección de puntos sensibles, control de población y espacio, y tareas de patrullaje y de seguridad ciudadana

Las operaciones internacionales, acciones militares fruto de los compromisos internacionales, se concretan en dos tipos: operaciones de paz, con misiones de control, interposición o reducción; y operaciones de ayuda humanitaria, de carácter asistencial a la población. En estos momentos permanecen activas unas cuarenta operaciones, en catorce de las cuales participa España, y la tendencia es a aumentar.

Del las operaciones de paz las últimas y más frecuentes son las de estabilización de estados fallidos, cuya característica principal es que, en muy poco tiempo y espacio, se pasa de una misión humanitaria a otra de interposición y de ésta a la de combate, de baja intensidad pero alta letalidad. Sin peder los valores y capacidades ya señalados, el personal ha de estar preparado para misiones de protección y control de zona, operando con unidades muy divididas y dispersas, esto es, con alta vulnerabilidad, con conocimiento del marco legal del lugar, y con un perverso e inadecuado empleo de medios no letales, que envalentonan al insurgente y deja sin sentido al Ejército.

A modo de conclusión se puede subrayar que el personal militar del futuro deberá seguir siendo seleccionado, instruido y adiestrado cuidadosamente para satisfacer las misiones de combate tradicional con la mayor eficacia, en ambiente de alta tecnología, de control, protección y apoyo a las fuerzas policiales en la guerra irregular, y de pacificar y estabilizar estados fallidos con el mínimo uso posible del armamento y máximo de medios no-letales, lo que quita sentido al Ejército.

* General de División del Ejército de Tierra, retirado, de la Asociación Española de Militares Escritores