Localizado en Valladolid, el Centro Coordinador de Urgencias (CCU) del 112 –responsable de la asignación de los recursos que han de atender las emergencias–, un modelo de gestión cuestionable: la vida o la muerte de los ciudadanos en sus manos.
La historia se repite una vez más, en Astorga, el pasado día 11, y tiene como protagonistas a un joven deportista y al servicio de emergencias 112 de la Junta de Castilla y León. Y como en otras ocasiones, los recursos asignados por el CCU para atender la emergencia producida quedan fuera de la lógica.
Esta redacción ha compartido un café con el padre del joven que, como todas las semanas, sobre las cuatro de la tarde, se dirigía sobre su skate –monopatín para los no entendidos– al lugar de encuentro donde un grupo de aficionados al skateboarding (monopatinaje) practican ese deporte. Por la razón que fuere Víctor –que así se llama el joven– cae al suelo y se golpea fuertemente la cabeza, quedando inconsciente sobre la acera. Avisados la policía y los servicios de emergencia por una ciudadana que por fortuna pasaba por allí, Víctor es atendido y, en una ambulancia medicalizada procedente de La Bañeza, es trasladado al Hospital de León, donde después de una semana sigue ingresado con buenas perspectivas de recuperación.
La pregunta que se hace el padre de Víctor –y nos hacemos todos– es: ¿cómo es posible que su hijo estuviese inconsciente durante más de veinte minutos a la espera de que llegase la ambulancia desde La Bañeza, estando, como estaba, disponible a escasos cientos de metros el equipo sanitario al completo, helicóptero incluido, de la base Astorga del 112?
Como verán ustedes, nuestras vidas no solo están en manos del destino o de la buena fortuna –como es el caso que relatamos– sino también en las de los gestores del CCU, cuyo modelo de gestión puede quitarnos esos minutos esenciales que separan la vida de la muerte y que los profesionales de la atención de urgencias conocen muy bien.