Francisco Ansón Oliart

Transgénicos: ¿solución o problema?

Ilustración: http://agriculturers.com/

13 ENERO 2018

Francisco Ansón Oliart | Sábado 13 de enero de 2018
La “Transgenia”, hija de la biotecnología, es una cuestión que lleva años de actualidad y que así continuará, posiblemente, otros muchos años, dada su gran trascendencia...

La “Transgenia”, hija de la biotecnología, es una cuestión que lleva años de actualidad y que así continuará, posiblemente, otros muchos años, dada su gran trascendencia para el ser humano y su capacidad para resolver algunos de sus problemas más acuciantes y dramáticos, como es el del hambre. No obstante, se sabe, que, en términos generales, el alimento transgénico se rechaza, no tiene “buena prensa”. Es lógico, porque el tema es complejo y presenta ventajas y desventajas.

  • M. Mullet acaba de publicar un libro, Transgénicos sin miedo, que incide de lleno sobre este problema de tanta importancia para nuestra salud y varios de los productos que utilizamos a diario, y que, por su carácter científico –aunque divulgativo- y riguroso, merece la pena glosarlo, siquiera sea en una mínima parte de las cuestiones que trata.
  • “Hoy sería imposible vivir sin utilizar transgénicos. ¿Te parece una afirmación exagerada? Un ejemplo concreto. “¿Has visto alguna vez una camiseta con la leyenda: “No quiero transgénicos?“. Pues posiblemente esté hecha con algodón transgénico. Si te comes un huevo o un filete, la gallina o la ternera habrán sido alimentadas con maíz o soja transgénicos, por no hablar de muchas medicinas, de enzimas que se utilizan en detergentes o en la industria textil, etc., aplicaciones para las que en muchos casos no tenemos alternativas que no sean transgénicas, o si las tuviéramos serían mucho más caras y menos eficientes… No hay duda de que la aplicación de los transgénicos que más rechazo ocasiona es su uso en agricultura y alimentación. ¿Por qué? Mucha gente alega que prefiere la alimentación natural y ve los transgénicos como algo artificial. El problema es que quizá no tengan razón. Desde el Neolítico el hombre siempre ha modificado lo que come, y nada de lo que nos alimenta es natural.” (J. M. Mullet, Transgénicos sin miedo, Ed. DESTINO, 2017, p.18). De hecho, existen tres transgénicos muy difundidos: la soja, cuya variedad transgénica supone más del 80 por ciento de la producción mundial; el algodón, en torno al 75 por ciento; y el maíz, con casi el 30 por ciento.

    Por ello, me permito recomendar el libro, de J. M. Mullet, Transgénicos sin miedo, como de obligada lectura, no sólo para los inmersos en la problemática, tan decisiva para la salud humana como son los productos transgénicos, sino para todos en general, por cuanto, de una manera o de otra, a todos afecta esta cuestión,

    En la actualidad, por ejemplo, se investiga, sin descanso, para conseguir la misma cantidad de alimentos pero con menos agua, lo que hace suponer que la gran mayoría de esos alimentos, serán transgénicos.

    En el año 2000, Naciones Unidas estableció conseguir para el 2015, los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio. Concretamente, con relación a la pobreza, especialmente el hambre y su relación con la salud, han logrado, a pesar de la corrupción generalizada de las autoridades e instituciones que gobiernan los distintos países, que la pobreza extrema haya pasado del 47% en 1990 al 14% en 2015, esto es, de 1900 millones en 1990 a 836 millones en 2015. Es preciso tener en cuenta que la pobreza extrema, con la desnutrición que conlleva, no sólo produce muertes directas por hambre, sino también -debido a la falta de defensas provocada por la deficiente alimentación-, la proclividad a padecer enfermedades, a veces mortales, y en el caso de las mujeres desnutridas, sus hijos suelen nacer debilitados de salud.

    Pues bien, las acciones positivas que han llevado a cabo los ecologistas, afortunadamente, se han difundido y son bastante conocidas por los ciudadanos en general. Pero, naturalmente, también han cometido errores. Un hecho notorio, por su fundamento científico, fue el referido a una variedad transgénica del arroz.

    Cito este caso, por su relación con lo que estoy tratando referido a la alimentación y la salud: me refiero al arroz dorado. En efecto, el año pasado se publicó la carta, firmada por 109 Premios Nobel, en la que acusaban a Greenpeace del daño que estaba haciendo, sobre todo, a los países más pobres, al destruir estos cultivos de arroz que producían provitamina A en las hojas, no en la semilla, ya que como se sabe existen poblaciones extensas cuya alimentación principal es el arroz y la carencia de vitamina A, les ocasiona, con frecuencia, la ceguera.

    En efecto, el acierto de los Premios Nobel se confirma, a tenor de la noticia que redacta Stegman, en ABC: “El arroz dorado tiene nada menos que 18 años de existencia pero ahora vuelve a estar en boca de todos. El consumo de este producto transgénico ha sido autorizado en Australia y Nueva Zelanda. La «Food Standards Australia New Zealand» dio luz verde el pasado 20 de diciembre a este éxito de la biotecnología que pretende luchar contra la deficiencia de vitamina A. Este problema de salud pública afecta a 250 millones de niños y a una proporción sustancial de mujeres embarazadas de países de bajos ingresos en África y el sudeste de Asia. Según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), la deficiencia de esta vitamina causa ceguera a entre 250.000 y 500.000 niños cada año, y la mitad de ellos mueren en los 12 meses posteriores a la pérdida de la visión por otras complicaciones.

    Pero, ¿cómo puede el arroz dorado resolver un problema de tal gravedad? Este cereal está modificado genéticamente para que sea capaz de producir betacarotenos, la sustancia de la cual se deriva la vitamina A y la responsable de darle su característico color dorado. La vitamina A es necesaria para la visión, pero también para la salud de la piel, el sistema inmunitario y la reproducción. Los científicos consiguieron incluir esta sustancia a través de una modificación genética en el arroz, alimento base de países como India, Pakistán, Bangladés, Filipinas o China. El arroz carece de los tres genes necesarios para obtener betacarotenos. Por eso, la única manera de que estén presentes en este alimento era modificándolo genéticamente. Las críticas que todo lo transgénico acarrea hacen al arroz dorado un producto controvertido. Sin embargo, funciona… Australia y Nueva Zelanda no son países pobres pero la aprobación de su consumo abre la vía a que lo hagan los que sí lo necesitan para mejorar la alimentación y salud de su población… Filipinas lo ha autorizado para su cultivo (no aún su consumo), en el año 2013” (http://www.abc.es/sociedad/abci-arroz-dorado-transgenico-quiere-evitar-ceguera-miles-ninos-201712282205_noticia.html).

    Más aún los dos grandes problemas de los alimentos transgénicos, esto es, si son perjudiciales para la salud o menos saludables que los alimentos convencionales y si perjudican el medioambiente, impidiendo incluso los cultivos autónomos, parecen quedar resueltos: “Un estudio realizado por la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos no ha encontrado evidencias de que haya un mayor riesgo para la salud humana al comer alimentos modificados genéticamente que convencionales. Del mismo modo, no ha hallado datos concluyentes acerca de que estos productos estén dañando el medio ambiente” (http://www.abc.es/sociedad/abci-transgenicos-no-suponen-mayor-riesgo-para-salud-alimentos-convencionales-201605181955_noticia.html).

    De hecho, en “2016 se cultivaron en España 129.081 hectáreas con variedades vegetales transgénicas,… Esta cifra representa un aumento del 19,8% respecto a la extensión cultivada con maíz transgénico en España en 2015… El informe anual de la ISAAA, por otra parte, deja en evidencia que España es el único país del continente europeo en el que los cultivos transgénicos han alcanzado una superficie agrícola relativamente significativa. Así, el año pasado prácticamente el 95% de los transgénicos de Europa tenían su origen en campos de nuestro país” (http://www.lavanguardia.com/natural/ 20170506/ 422312083177/ informe-mundial-cultivos-transgenicos-espana-lider-europa.html). Sin embargo, los cinco países que producen más alimentos transgénicos son: Canadá: 90% (tomate y soja), USA: 94% (tomate, canola –sobre todo, colza-, soja y patata), Argentina: 89% (maíz, patata y algodón), China: 88% (arroz) y Brasil: 80% (patata). El 98 por ciento de la población mundial, consume productos transgénicos, según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA).

    Naturalmente, como se dijo al principio, la cuestión de los alimentos transgénicos es más compleja que los apuntes reseñados aquí: por ejemplo, desde el punto de vista de un posible monopolio empresarial (Monsanto), que afectaría nuestra libertad. De todo ello, insisto, da cumplida respuesta a la pregunta que plantea el título del presente artículo, J.M. Mullet, en su libro, Transgénicos sin miedo.

    Conviene terminar con la consideración ética que, evidentemente, tiene la “Transgenia”, sobre todo, aquello que se refiere a los alimentos modificados genéticamente y a su cultivo, ya que pueden disminuir la desnutrición en el mundo o provocar una catástrofe de carácter difícilmente reversible. Ello aconseja, en primer lugar, recurrir a la Ciencia: a la vista de los resultados de la misma y ponderando las ventajas y desventajas, en general y para cada caso concreto y país determinado, es preciso, establecer el mal menor o el bien posible; a continuación, ya con estos datos y resultados, cabe que las autoridades legislen sobre la cuestión, al margen de ideologías, sectarismos, intereses económicos o monopolísticos espurios, puesto que, estos maravillosos avances de la biotecnología, pueden, en el caso de que así lo afirmen los estudios científicos, no sólo contribuir a mejorar el bienestar, sino aliviar, e incluso solucionar, problemas y necesidades acuciantes de la humanidad.

    Francisco Ansón