Una de las frases que recuerdo de cuando estudié la asignatura de Economía (la estudié poco, pese a lo cual no me ha ido tan mal) es que la Economía trata de lo que es escaso y, es evidente, no siempre ha escaseado lo mismo, y lo que ambicionamos, eventualmente con avaricia, va cambiando con los años o con los siglos.
En estos días de evolución social acelerada puede ser un buen momento para ver este rasgo de la Sociedad en perspectiva y tomar las decisiones adecuadas acerca de nuestro futuro personal y/o familiar.
Un adelanto: esto no va de recomendar la compra ni la venta de Bitcoin.
Y en el principio de los tiempos, el rico de la manada era, simplemente, el más bruto, generalmente un macho que se llamaba ‘dominante’ hasta que algún sajón con poco vocabulario lo llamó ‘Macho Alfa’ para presumir de que sabía griego. Era El Rico, porque (ob)tenía, a bofetadas, todo lo que podía desear, sobre todo comida, cobijo y parejas con las que procrear.
Se podría pensar que esta es una fase felizmente superada por la Humanidad, pero nuestros convecinos más primarios todavía muestran ramalazos de esa actitud. De ahí derivan el machismo, la violencia (doméstica y de la otra), etc.
Desde que nos empezamos a organizar en sociedades más o menos civilizadas, el concepto de riqueza ha ido refinándose cada vez más.
En los albores de la Civilización era rico quien tenía para comer todos los días, porque no todos gozaban de ese privilegio. Y sigue siendo así en gran parte del tercer mundo, por desgracia.
En los climas fríos, se añade el importante rasgo de riqueza que supone tener una casa sólida y leña para calentarla. Recuerdo un ‘chiste’ del genial Mingote que ilustra esta situación, en él, dos pobres van caminando por un camino nevado de Castilla diciéndole uno al otro: ‘estoy deseando que llegue el verano, para sólo tener hambre’.
Y eso fue el sumun de la Riqueza más o menos desde el Neolítico hasta la Revolución Industrial que, recordemos, sucedió allá por el siglo XIX.
El siglo XIX empezó a caballo y a vela y acabó en ferrocarril, con teléfonos e incipientes cochecillos, dirigibles, y trasatlánticos que hacían la travesía en días en lugar de en semanas. En ese momento la Riqueza empezó a cambiar, y era un símbolo de Riqueza el que los ‘millonarios’ de entonces viajasen, ya fuese a Estambul en el Orient Express o cruzasen el Atlántico para culturizarse o para hacerse aún más ricos.
El Gran Lujo era entonces pasarse unos meses viajando por Italia, Grecia, Egipto o Turquía descubriendo las románticas ruinas del pasado.
Y así fue hasta bien entrado el siglo XX. Los ‘americanos’ eran ricos, desde el punto de vista europeo, porque todos tenían coche, y eran coches enormes, y viajaban en avión y, mientras, en el resto del mundo la movilidad era algo mucho más limitado, caro y trabajoso y cuando aparecía un pariente rico con coche, nos llevaba amablemente al pueblo de nuestros antepasados a hacer una visita que hacía muchos años que no se repetía; a cambio todos babeábamos alrededor de su coche, objeto de Deseo sólo al alcance… de los Ricos, que es de lo que estamos hablando.
A mediados del siglo XX un nuevo elemento empezó a marcar la diferencia entre ricos y pobres: la electrónica. Y rico era el que tenía radio, primero, luego televisión, luego una televisión en color, luego una televisión más grande. Un tópico era el que presumía de radiocasete enorme que se llevaba al campo o al parque cargándolo al hombro con alegría: era un símbolo de estatus.
Por aquel entonces nació la informática, y el concepto de riqueza volvió a evolucionar. Primero las empresas (sólo las más grandes y prósperas), y luego los hogares gracias el Advenimiento del PC, accedían a unas capacidades (cálculo, almacenamiento) no muy ostensibles, pero que significaban, si se manejaban bien, una ventaja competitiva respecto a las empresas y vecinos que no tenían acceso a ordenadores.
Un rasgo cada vez más importante de la Riqueza era el acceso a informaciones complejas y (a ser posible) estructuradas.
En las películas, la imagen del alguien Todopoderoso ya no era un machote con mucho músculo, sino que Hollywood nos saturó (todavía está en ello) de tipejos frikis o elegantes (es un rasgo opcional), pero que con un displicente toque de ratón y un par de teclas acceden a todo lo que necesitan saber para tener éxito en lo que sea que quieran tener éxito mientras el aspirante a macho dominante suda como un héroe para ganarse a la chica. Hollywood todavía utiliza arquetipos muy primarios, pero no nos podemos quejar porque los elige al nivel del ‘público-objetivo’ al que se dirige.
Pero quedó en el subconsciente el detalle: quien tenía el acceso a la Información era Poderoso o, en otras palabras, Rico.
Entonces llegaron, más o menos a la vez, el teléfono móvil e Internet y se cargaron muchísimos conceptos bien establecidos, entre otros el de Riqueza.
Porque la Información avanzó como una estampida de las atronadoras, que nos alcanza y nos supera, y la clave para ponerse a su ritmo no es tanto acceder a la Información, como la facilidad y velocidad de nuestras comunicaciones. Y muchos (empresas, tecnófobos, cabezotas…) se han quedado hechos un ovillo vapuleado en la cuneta después del paso de los bisontes, elefantes o cabezas de ganado de la nueva Sociedad de la Información avanzando hacia el siglo XXI sin hacer prisioneros.
En este momento, en el ‘primer mundo’ e incluso en el ‘segundo’, gente que no había soñado con nada de ello diez años atrás tiene ahora televisiones enormes, ordenadores, tabletas, superteléfonos (¡yo no necesito teléfono móvil!, decían) y chismáticos electrónicos que no saben bien para qué sirven, pero los tienen aunque ni han intentado leerse el manual. Hay coches para todos, hay hogares con coche de cuatro plazas para cada uno de los miembros de la familia, todo el mundo viaja a donde quiere y el hambre y el frío escasean en general y cuando en una crisis rebrota la pobreza se considera, con toda razón, un escándalo inaceptable. Y se habla de pobreza energética, de brecha digital y se inventan palabras nuevas para vestir los nuevos conceptos que documentan la nueva pobreza y su imagen en el espejo la nueva Riqueza.
Es esta vorágine, de lo que se presume es de las Comunicaciones. Es Rico quien tiene un contrato con la empresa de telefonía con muchos ‘megas’ y ‘gigas’ y televisión por cable con muchos canales, y suscripción a Netflix, Spotify, HBO, F1, MotoGP, Futbol, Toros y Series, y montones de amigos en Facebook, seguidores en Twitter, contactos en LinkedIn, Instagram, etc.
Hoy en día son las Comunicaciones lo que diferencia al Rico del menos-rico.
¿Qué será lo que marque La Diferencia en la siguiente fase? Mi contestación a partir del próximo párrafo.
Creo que lo que marque esa gran diferencia entre los Ricos y los demás será algo para lo que todavía no tenemos un nombre adecuado: será una amalgama entre Medicina y Biología, entre Genética y Farmacología. Algo que redefina los conceptos de Salud y Bienestar.
Hasta ahora la Medicina ha ido a la zaga de la Enfermedad. Durante milenios hemos tenido una Medicina reactiva, que actuaba justo después de los primeros síntomas de enfermedad, en el mejor de los casos y con éxito desigual. Afortunadamente, los avances de la Ciencia han ido creando la medicina que es cada vez más preventiva e, incluso, que actua antes de los primeros síntomas.
Pero estamos al borde de una gran revolución en este campo: cada vez más, no nos conformamos con superar o evitar las enfermedades y le pedimos a la Ciencia que nos haga mejores, que dé un paso más allá y nos haga más fuertes (no sólo para competir en las Olimpiadas), más listos (no sólo en época de exámenes), sexualmente inagotables, fértiles a cualquier edad, con unas medidas que humillarían a la Venus de Milo… Y esto es sólo el balbuceante principio.
En mi familia hay tanto biólogos como médicos, y suelo provocarles a unos y otros diciendo que los médicos son los ingenieros de los biólogos, lo mismo que los ingenieros (industriales, químicos o de telecomunicaciones) son los que llevan al mundo real y cotidiano los avances de los científicos en la Física, la Química o los Semiconductores.
En los próximos años, los médicos (de nueva generación, quizá no se llamen así) llevarán al mundo real y cotidiano lo que ahora son avances solo para entendidos como la edición genómica (CRISPR, iniciales de clustered regularly interspaced short palindromic repeats, o, en roman paladino, repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas), lo que nos permitirá editar nuestro ADN, ese que vamos entendiendo poco a poco.
Un detalle: ya se han localizado los genes relacionados con la calvicie, y en cuanto se sepa cómo retocar los cerca de trescientos genes involucrados se podrá prescindir de lociones, implantes y tantos intentos de lucir mucho pelo en la cabeza.
Ahora que cada cual imagine lo que le pediría al médico-brujo de la tribu cuando todo sea posible. ¿una vista de águila independiente de nuestra edad? ¿un estómago sin ardores? ¿un sexo inagotable? ¿una dentadura perfecta? ¿unos hijos guapísimos?...
Después que cada cual imagine unas cuantas cosas más, asuma que con seguridad nos quedaremos cortos en nuestras imaginarias mejoras. Ahora reconozcamos que, muy probablemente, lo que diferencie a los ricos de los demás, en los próximos años, sea el acceso a técnicas bio-médicas privilegiadas. Que, después del acceso a la comida, a la energía, al transporte, a la electrónica, a la información y a las comunicaciones, la próxima frontera de la Humanidad estará en el dominio de la Biología y sus aplicaciones al mundo real y cotidiano.
Y los Gobiernos que sean tacaños en la investigación en esos campos, y los Congresos que tarden en entender y legislar acertadamente en estos campos… estarán condenando a la pobreza a sus votantes.
Félix Ballesteros Rivas
2-01-18
agente.provocador.000@gmail.com