El expresidente de la Generalidad Carles Puigdemont reaparece en Bruselas, donde se ha puesto a salvo de la Justicia española atacado por el pánico
Vergonzosa huida que deja a los independentistas compuestos y sin novia. O sea, que además de sin república les ha arrebatado la poca o mucha dignidad que a alguno de ellos pudiera quedarle.
En una comparecencia antológica, en medio de una gran expectación y con solamente media horita de nada de retraso, el gran payaso en que se ha convertido este hombrecillo, este principito de republicanas ensoñaciones, que ha robado impunemente el sueño y la serenidad de millones de catalanes y de españoles durante más tiempo del debido, ha vuelto a evidenciar su falta de estatura política y personal.
Nadie se ha tragado su verborrea, con la que ha tratado de encubrir la causa real de su huida a Bruselas: el miedo, el pánico a hacerle frente a las consecuencias de sus actos que le vienen, de forma inexorable, encima.