Pilar Riestra Mediavilla

FRANCISCO (DE ASÍS)

Renuncia (Benozzo Gozzoli, 1421 - 1497)

5 OCTUBRE 2017

Pilar Riestra | Jueves 05 de octubre de 2017
(...) Aquel desnudo más que irreverente era casi blasfemo. Francisco Bernardone se había desnudado delante de su padre y permanecía desnudo frente al Obispo y la sala abarrotada de paisanos suyos...

Hace algún tiempo, escribí: “Aquel desnudo más que irreverente era casi blasfemo. Francisco Bernardone se había desnudado delante de su padre y permanecía desnudo frente al Obispo y la sala abarrotada de paisanos suyos. Pero aquello duró sólo un momento. El público que se agolpaba empezó a ver en Francisco un cuerpo escuálido, más delgado que el de cualquiera de los mendigos de Asís, en el que se podían contar sus costillas y se marcaban con claridad la mayor parte de su huesos, producto de sus ayunos y mortificaciones, como lo demostraban las heridas sanguinolentas que manchaban cilicio que llevaba. Un movimiento de indignación se dirigió contra Pedro Bernardone, el padre de Francisco. Allí estaba de pie, bien vestido y alimentado, con la bolsa del dinero, el vestido de su hijo, incluido los zapatos, las calzas y la ropa interior. ¿Quién podía siquiera imaginar que Francisco fuera un ladrón como lo había acusado su propio padre? ¿Qué padre podría acusar a semejante hijo de tal? ¿Tanto apreciaba sus pertenencias Pedro Bernardone como para denunciar como a un ladrón a su hijo, Francisco, y obligarle a devolverle los vestidos, incluso, ante el público y el propio Obispo?

Pedro Bernardone, sin embargo, pensaba que ahora sus conciudadanos y el Obispo le darían la razón y considerarían a su hijo Francisco como un ladrón y un loco. Las desavenencias entre padre e hijo habían salido del ámbito familiar y eran conocidas por todo el pueblo. De ahí, la cantidad de público que se apretujaba para ver el juicio. Pedro Bernardone, como buen comerciante, acostumbrado a tratar a mucha gente y conocedor de todos sus vecinos, cambió rápidamente de opinión al comprender que las simpatías se dirigían hacia su hijo. Miró al Obispo, esperando su aprobación. Fue un error. El Obispo bajó de su estrado y con un gesto que conmovió a los que allí estaban, cubrió con delicadeza el cuerpo de Francisco con su propio manto.

La historicidad de la anterior escena puede probarse por distintos medios y documentos. Uno de ellos es la biografía de san Francisco de Asís que escribió Tomás de Celano, que conoció en vida a Francisco y terminó de redactar su historia hagiográfica en 1229, esto es, tres años después de la muerte del Santo. De forma más breve, Tomás de Celano escribe, que Francisco, devuelta la bolsa con el dinero a su padre, y “quitados sus vestidos, los restituye a su padre, sin guardar siquiera para sí los paños menores, y queda delante de todos desnudo por completo. El Obispo adivina su espíritu, y, admirado de tanta generosidad y fortaleza, levántase al instante, estréchale entre sus brazos y cúbrelo con la capa de que estaba vestido”.

¿Qué había ocurrido para que Francisco, juerguista, alma de todas las bullanguerías y jaranas de Asís, llegara a coger dinero a su padre para dárselo a los pobres que no podían comer?

Francisco nació en Asís, ciudad de Umbría, el año 1181 o 1182. Su padre, Pedro Bernardone, era comerciante y su madre, Pica, de familia noble. A pesar de que nuestro santo fue bautizado con el nombre de Juan, como su padre comerciaba con gran provecho con Francia, decidió llamarle Francesco (francés).

Con motivo de la guerra entre Asís y Perugia, Francisco cayó prisionero de los peruginos, cuando contaba 20 años y pasó algo más de once meses en prisión. Al salir de la cárcel cayó gravemente enfermo. Pasó una gran crisis y el 24 de abril de 1208, leyendo un pasaje del Evangelio sobre la pobreza, tuvo una especial iluminación. Abandonó su anterior vida y renunció a su herencia, pero dijo a su padre que el dinero y los vestidos pertenecían a los pobres (aquí ocurrió el suceso del juicio en el que su padre le acusó de ladrón).

A continuación vistió como el más pobre de los mendigos ante el desconcierto de familiares y amigos. Pero se le unieron ocho compañeros, por lo que compuso una Regla, cuyo centro era una pobreza radical. Tan radical era, que cuando la sometió a la aprobación del papa Inocencio lll le pareció a éste imposible vivirla; unos dicen que fue un Cardenal el que le dijo a Inocencio lll, que si no la aprobaba admitía que era imposible vivir la vida que Jesucristo había predicado y otros afirman que fue el propio santo el que dijo al papa: “¿Es entonces imposible vivir el Evangelio?”.

En efecto, los futuros franciscanos ya no vivirán siquiera de trabajar sus tierras como el Císter, por ejemplo, sino únicamente de la caridad, de la limosna. Así, esta pobreza total fue la solución de la Iglesia que con Inocencio lll había alcanzado el máximo poder y esplendor y en que los ideales caballerescos habían sido sustituidos por los del afán de lucro de la burguesía. El contraste fue tan decisivo y el éxito de la nueva espiritualidad tan grande, que ya en ese mismo siglo Xlll se extendió de tal manera la espiritualidad franciscana, que se decía: “O por fraile o por hermano, todo el mundo es franciscano”.

Dicen los hagiógrafos que San Francisco de Asís, Patrono de Italia junto con Santa Catalina de Siena, canonizado apenas dos años después de su muerte por el Papa Gregorio IX, es el santo que más se ha parecido a Cristo. Respondió fidelísimamente a las inspiraciones del Espíritu Santo y fundó la Orden de los Hermanos Menores (franciscanos), con santa Clara, (que a pesar de ser mujer fue la persona que mejor ha entendido y vivido la espiritualidad franciscana), la Orden de las Damas Pobres de San Damián (clarisas), y la Tercera Orden, para seglares. Un buen resumen del espíritu de San Francisco de Asís lo hace Renan, uno de sus biógrafos: “Después de Jesús, el Pobrecillo de Asís (San Francisco) es el hombre que tiene el sentimiento más vivo de su relación filial con el Padre Celestial. Su vida es un perpetuo arrebato de amor divino, que, como un niño, ha visto los últimos secretos. No despreciaba nada, amaba todo; tenía alegría y lágrimas para todos; la contemplación de una flor le producía una inmensa felicidad; no veía en la naturaleza más que hermanos y hermanas; todo tenía para él un sentido y una belleza. Compuso además ese cántico admirable que él mismo titula el Canto de las criaturas, el más bello fragmento de poesía religiosa. Se puede decir que, después de Jesús, Francisco de Asís ha sido el perfecto cristiano”.

El 3 de Octubre de 1226, San Francisco “murió cantando”. A penas dos años después de su muerte fue canonizado por el papa Gregorio lX.

Es cierto que existen varios santos con el nombre de “Francisco”: Francisco de Asís, Javier, de Borja, Paula, María, Jerónimo, Morales, Solano,… Pero, pienso que en León -que es el sexto nombre masculino más numeroso-, la mayor parte de los “Francisco”, son Asís y luego Javier, por lo que supongo que han celebrado su onomástica el 4 de octubre.