Transcurre el día del referéndum catalán con más pena que gloria, jugando al ratón y al gato entre el Govern y el Gobierno, subiendo la tensión cada vez que la Policía Nacional y la Guardia Civil se ven obligados a intervenir para defenderse.
Este es un día lamentable para todos. Los detalles de la actualidad los pueden ver ustedes en todos los medios de comunicación, por lo que no merece la pena que los reproduzcamos aquí.
Lo que sí estamos obligados a hacer constar es la penosa conducta de la mayor parte de la izquierda española, empecinada en tumbar al Gobierno de España que le toca afrontar este golpe de estado en directo, poniendo sus intereses por encima de cualquier otra consideración. Sin olvidar a las fuerzas políticas constitucionalistas, cuya penosa actitud también, cargada de pereza y de falta de convicción, es incapaz de canalizar la frustración de la mayoría de los españoles transformándola en esperanza.
De las consecuencias de esta turbulenta fábrica de odio mutuo en que se ha convertido todo este proceso de ruptura a las bravas tendrán que responder todos, más tarde o más temprano, desde el triunfo o desde el fracaso de cada una de las partes, en un futuro en todo caso incierto, pero que ya está aquí.
La revolución nunca sale gratis, aunque se revista de sonrisas y claveles. Y lo que es seguro: todos perderemos.