Me parece genial que unos cuantos millones de votos legitimen la presencia de este señor en el circo democrático español. Y que tal presencia se manifieste no en espíritu sino en la forma de esperpento continuo pasándose por el forro, como es natural y cabía esperar del personaje, cualquier sombra de cortesía, respeto o simple educación hacia sus enemigos de clase por hipótesis que somos, tampoco podía ser menos, todos los demás.
Hasta aquí vale: es lo que hay porque es lo que nos damos democráticamente.
Lo que ya no vale es la sarta de mentiras –mentiras históricas, matizo– que alimentan no ya su discurso sino su verborrea producto lisa y llanamente de la ignorancia, de su falta de cultura global que no justifica siquiera el que sea profesor universitario en facultad de avanzadilla y de trinchera decimonónica, que ya es un plus, y que por su edad tenía la obligación ya de haber adquirido.
Estulticia, sí, cualidad esta de lo necio y de lo tonto, porque las tonterías no son más que eso, la burricie del iletrado que se las da de culto diciendo tonterías recurriendo a la historia que se imagina y que se cree y que la cuenta como si fuera cierta. Y a correr...
Este señor hoy día 24 de agosto del año de los muslimes -según acabo de leer en El Confidencial- le pide al Gobierno de España que reconozca su responsabilidad en los atentados islamistas que asolan Europa, por el asunto de la guerra de Irak del 2003. Estulticia pura y dura corregible sencillamente con la consulta en las hemerotecas, digitales o de papel de, pongamos solo unos años antes al 2003, y eso para no exigirle un poco de formación histórica sobre estos asuntos del radicalismo islámico antes, durante y después de la guerra de Irak.
Esto sin entrar, lógicamente, en la lógica que parece, o más que parece, justificar las acciones terroristas contra ciudadanos inocentes, cuyo vil asesinato parece, o más que parece, importarle menos que echarle la culpa al presidente del Gobierno de España para poder ganar su particular guerra santa, su particular yihad.
De pena.