(...) este santo ni se llamaba Antonio ni era de Padua...
(...) Nació Antonio hacia el año 1190 y tras confiarle los padres al maestre-escuela de la catedral, la enseñanza de Gramática, Retórica, Música, Aritmética y Astronomía, ingresó en el monasterio de los Canónigos Agustinos de San Vicente de Fora...
Casi todas las biografías modernas que he leído sobre san Antonio de Padua, comienzan afirmando que este santo ni se llamaba Antonio ni era de Padua. En efecto, Alban Butler, nacido a principios del siglo XVlll, dedicó treinta años de su vida a la investigación y en la segunda mitad de ese siglo, publicó en varios volúmenes (12 en la actualidad) la vida de 1.486 santos y del nuestro, que es uno de los más populares y de culto universal, escribe: “En la insigne ciudad de Lisboa, cabeza de los reinos de Portugal, hubo un varón noble que se llamaba Martín de Bullones, el cual estaba casado con una señora no menos principal, que se decía doña Teresa Tavera y tuvieron un hijo al que pusieron por nombre Fernando. Bautizóse en la Iglesia Mayor de Lisboa, que está dedicada a la reina de los Ángeles, Nuestra Señora, y Fernando desde muy niño tuvo gran devoción a la Virgen Nuestra Señora”. Por tanto, san Antonio de Padua se llamaba Fernando (Hernando, en aquella época) y era de Lisboa.
Nació Antonio hacia el año 1190 y tras confiarle los padres al maestre-escuela de la catedral, la enseñanza de Gramática, Retórica, Música, Aritmética y Astronomía, ingresó en el monasterio de los Canónigos Agustinos de San Vicente de Fora. Años antes, Antonio hubo de sufrir unas violentísimas tentaciones carnales, que consiguió vencer con la ayuda de la gracia, la oración y la penitencia.
Debido a las continuas visitas que Antonio recibía de familiares, amigos y conocidos decidió, con 17 años de edad, retirarse a la casa madre, al monasterio de Santa Cruz de Coímbra. Durante su estancia en este monasterio debió adquirir, de forma autodidacta –ya que no parece posible, en su caso, hablar de ciencia infusa-, los conocimientos que le convirtieron posteriormente en Doctor de la Iglesia. Y asimismo, en este monasterio, entró en contacto con los frailes franciscanos y al considerar la manera con que vivían su Regla, en contraste con alguna relajación que percibía en los agustinos, unido a sus deseos de misionar a los musulmanes, provocó que, con la autorización de sus superiores, tomara el hábito de San Francisco y cambiara su nombre Fernando por el de Antonio.
En octubre de 1220 marchó a Mauritania, pero una prolongada enfermedad le hizo volver hacia Portugal, a donde no llegó, pues los vientos arrastraron la nave hasta Sicilia. Allí se enteró que su Orden celebraba su Capítulo General y aunque él asistió, pasó completamente desapercibido. Además, le tomaron por idiota –tal era su humildad- y para colmo enfermo, por lo que ningún Superior quiso hacerse cargo de él. Lo hizo, finalmente, el provincial de la Romagna, que lo envió al eremitorio de Monte Paolo.
Sin embargo, en Forlí, al ser ordenado sacerdote, hubo de sustituir al predicador y el sermón que el futuro san Antonio pronunció, ante franciscanos y dominicos, fue de tal altura doctrinal y espiritual, de tal elocuencia y sabiduría, que el asombro que produjo determinó que el resto de su vida tuviera que dedicarse a la predicación.
Así, de su biografía más antigua, Assidua, escrita por un contemporáneo suyo, Wikipedia, reproduce uno de sus párrafos, pero resalta, previamente, su capacidad de predicación: >[ (]Assidua 13, 11-13. https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_de_Padua).
La vida de san Antonio está cuajada de hechos extraordinarios. Quizá el más significativo referido a la predicación, es el que recoge Luis Arnaldich, que nacido a principios del siglo pasado, es uno de los autores que mejor ha estudiado este hecho extraordinario: > (Luis Arnaldich, OFM, San Antonio de Padua, Año Cristiano, Tomo II, Madrid, Ed. Católica, 1959, p. 636).
Debido a los continuos milagros que se obraban junto a sepulcro de San Antonio de Padua, las autoridades eclesiásticas determinaron considerar su canonización, que la llevó a cabo el papa Gregorio lX, sin que hubiera transcurrido siquiera un año desde el fallecimiento del santo. El mismo Gregorio IX, al canonizarle, le otorgó la misa de doctor, que ininterrumpidamente se ha celebrado en su fiesta. Pío XII se hizo intérprete de esta tradición secular cuando el día 16 de enero de 1946 le proclamaba Doctor de la Iglesia, asignándole el título de Doctor Evangélico, reconociendo, así, su extraordinario conocimiento de las Sagradas Escrituras y la eficacia de su continua predicación. Por ello, Antonio de Padua, ha sido el santo más rápidamente canonizado –algo menos de un año- tras san Pedro Mártir de Verona que fue canonizado por el papa Inocencio lV, sólo 337 días después de su muerte y por ende el santo que la Iglesia ha tardado menos tiempo en canonizar.
Francisco Pérez González, uno de sus biógrafos, además de historiar los hechos con rigor, es, quizá, uno de los que mejor exponen la espiritualidad de san Antonio y en consecuencia, el que explica mejor la extensión mundial de su culto: “Con razón se le invoca tanto, ¿no? A un santo que resucita muertos, cura enfermedades, goza de bilocación, habla a los peces, convierte herejes, consigue de los ricos que den a favor de los pobres, busca novios, habla con sencillez al Niño Jesús -una imagen de San Antonio que no lleve al Niño no es de San Antonio-, ayuda a encontrar las cosas perdidas, bien vale la pena acudir a y cobijarse bajo su influencia ¿Que no te lo crees? ¡Inténtalo!” (Francisco Pérez González, Dos Mil Años de Santos, Ediciones PALABRA, 2001, Volumen l, p.707).
Como se deduce de lo que constata Francisco Pérez en este último párrafo, mucho, pero mucho más, habría que relatar de la vida de san Antonio, para hacerle justicia, pero ello alargaría tanto el texto que lo haría impropio de un artículo de periódico. En este sentido, termino señalando que Antonio (si bien existen otros “San Antonio”, pienso que san Antonio de Padua es el más común), corresponde al tercer nombre masculino más numeroso en León. Su festividad se celebra el 13 de Junio.
Pilar Riestra