Ann M. Brown

Un pequeño manuscrito sobre crítica literaria de Ricardo Gullón

UIMP (Universidad Internacional Menéndez Pelayo), Santander, 1982

La Crítica, 4 Agosto 2017

Ann M. Brown | Viernes 04 de agosto de 2017

(Con la colaboración de Manuel Pastor)

No diré que inédito, porque fue publicado en la introducción de mi librito bibliográfico Ricardo Gullón (1908-1991) in memoriam (UNED, Melilla, 1992), pero sigue siendo un pequeño manuscrito poco conocido, que resume admirablemente su pensamiento final sobre la crítica literaria...



(Con la colaboración de Manuel Pastor)

No diré que inédito, porque fue publicado en la introducción de mi librito bibliográfico Ricardo Gullón (1908-1991) in memoriam (UNED, Melilla, 1992), pero sigue siendo un pequeño manuscrito poco conocido, que resume admirablemente su pensamiento final sobre la crítica literaria.

La historia es sencilla. En el verano de 1982 la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, en Santander, concedió a Ricardo Gullón la Medalla de Oro de la institución. El acto se produjo en una modesta ceremonia en un restaurante de El Sardinero, presidida –ausente el rector Raúl Morodo por un viaje fuera de la ciudad cántabra- por Manuel Pastor, paisano de Gullón y miembro de la Junta Rectora de la UIMP.

En las palabras de agradecimiento Gullón destacó el hecho, para él muy emotivo, de que era la primera distinción que recibía en España por un organismo público desde la Guerra Civil. Después vendrían otras: varios doctorados Honoris Causa, el Premio Príncipe de Asturias, el ingreso en la Real Academia Española, etc.

Ese mismo verano en Santander, a propósito de un curso que dirigió sobre crítica literaria en el Palacio de La Magdalena, Ricardo Gullón entregó a Manuel Pastor un breve manuscrito (literalmente, escrito a mano con su cuidadosa caligrafía) en el que resumía sus ideas sobre la crítica literaria, tras muchas décadas de autor y profesor en diversas universidades norteamericanas. Dados su gran interés y brevedad lo reproduzco a continuación:

“La sociedad es el medio natural en que se produce la literatura y toda obra de arte. Examinar sus vinculaciones es interesante si, como parece evidente, el escritor es de alguna manera el ´representante´ de un grupo social determinado. Calderón, de la monarquía tradicional; Galdós, de la mesocracia decimonónica; Juan Ramón Jiménez, de la minoría a quien iba dirigida su obra.
Importa subrayar que esto es claro y generalmente reconocido. Más trabajo suele costar imponer la idea de que la obra literaria está en una relación con la realidad que no es la de la copia o el reflejo, sino como punto de partida para la creación de una realidad de otro orden, nacida en y de la forma. Lo esencial es la experiencia que se crea y no la experiencia que se vive (la vivencia).
La materia real-social se convierte en sustancia artística gracias a la forma. La forma, a su vez, depende del estilo y el estilo se asocia con la época. Así la sociedad da lugar a un estilo epocal: Lope, Pereda, Antonio Machado… Los precursores son los que tienen el oído más fino, los que oyen crecer la hierba y hasta son capaces de representárselo antes de que haya brotado.
La selección de medios y de técnicas que constituyen el estilo dependen de la actitud impuesta por la sociedad o por parte de ella: actitud moralizante, satírica, irónica, solemne, grotesca. El caso de Valle-Inclán lo muestra a las claras.
Esto quiere decir que aunque el contexto de la literatura sea la literatura misma, y escribir sea muchas veces reescribir, el modo del discurso y su tono aparecen con fuerte carga social.
El material del texto es a la vez personal y social. El escritor se lo apropia y lo transforma. Los rasgos temperamentales y los epocales pueden coincidir o no. De ahí que haya escritores más atrasados que su tiempo, y otros más adelantados. Machado y Guillén recomiendan estar a la altura de las circunstancias.”

La crítica literaria, para Gullón, se realiza a través del análisis de la forma. Reconoce también que toda obra literaria está sumamente vinculada a una época histórica y cultural, pero a la hora de analizarla el crítico no solo debe tener en cuenta lo biográfico y lo histórico sino también, y esto es primordial, debe fijarse en la estructura de la realidad creada, por tanto primando el texto sobre el contexto.

A continuación ofrezco una selección de opiniones puntuales y representativas sobre nuestro autor.

Darío Villanueva y Luis T. González del Valle (1984): “Con Gullón tenemos un ejemplo de admirable simbiosis de rigor y creatividad. Es un crítico con voluntad d estilo, que habiendo abandonado la pura creación, sigue sin embargo enfrentando con idéntica actitud creativa la investigación rigurosa” (Estudios en honor a Ricardo Gullón, Lincoln, Nebraska, 1984).

Con motivo de su muerte en 1991, se publicaron en el periódico ABC de Madrid (12 de Febrero de 1991) varias opiniones y valoraciones, entre las que selecciono las tres que siguen.

Rafael Alberti: “Ricardo Gullón era uno de los estudiosos de la literatura más completos y dotados que había en España”.

Miguel García Posada: “Quienes aman la literatura le deben a Ricardo Gullón muchas cosas. Ante todo, haber concebido la crítica literaria como un diálogo directo con el texto.”

Fernando Lázaro Carreter: “Su obra bastaría para justificar la vida de tres o cuatro personas. Ha elucidado a los máximos escritores contemporáneos y muy en especial a Galdós, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado: sin Gullón, sabríamos infinitamente menos de ellos. Y de la estructura de la narración o de la tipología de la novela: sus investigaciones sobre estas cuestiones son definitivamente descollantes”.

Años más tarde, resultado de un seminario internacional sobre su obra de crítica literaria celebrado entre Madrid y Astorga, se publicó un librito con diversas ponencias.

Javier Huerta Calvo (2010): “El texto constituyó siempre para Gullón el principio y el fin de su tarea crítica. Dar cuenta de sus claves y leyes internas se le antojaba misión imprescindible y previa a cualquier desahogo interpretativo (…) Colosal es, asimismo, su aportación al estudio de la novela (…) El crítico astorgano fue también de los primeros en hacerse eco del boom hispanoamericano. Su breve pero denso ensayo sobre Cien años de soledad -García Márquez o el olvidado arte de contar- señaló certeramente los nuevos senderos que abría esta obra maestra a la narrativa universal después de años de excesos experimentales”. (Introducción, Javier Huerta Calvo, ed., Ricardo Gullón: crítica literaria y modernidad en la España del siglo XX, Ediciones del Orto, Madrid, 2010).