LA ALIANZA ATLÁNTICA (OTAN)

La OTAN ya mira hacia el sur...

La Crítica, 5 Mayo 2017

Felipe de la Plaza y Bringas | Viernes 05 de mayo de 2017
De los postulados disuasorios y bidireccionales de la Guerra Fría, con la Unión Soviética como eje principal, a la disposición para actuar con carácter global ante adversarios de diferente índole...

De los postulados disuasorios y bidireccionales de la Guerra Fría, con la Unión Soviética como eje principal, a la disposición para actuar con carácter global ante adversarios de diferente índole.

Desde su fundación en 1949, pocas veces la Alianza Atlántica ha tenido que desarrollar su misión primordial, proporcionar seguridad, en circunstancias tan complejas como las actuales. Pero si algo ha caracterizado a la organización, a través de los tiempos, es una camaleónica capacidad de adaptación al escenario de seguridad en el que estaba obligada, cada vez, a desenvolverse y operar.

De los postulados disuasorios y bidireccionales de la Guerra Fría, con la Unión Soviética como eje principal, a la disposición para actuar con carácter global ante adversarios de diferente índole, que caracterizó las intervenciones en Kosovo o Afganistán, hay toda una revolución en las capacidades militares necesarias y, sobre todo, en la forma de entender su papel en la arquitectura de seguridad occidental. Esta vez no será una excepción.

En pocos años hemos asistido, además, a un significativo cambio en la percepción de lo que de la OTAN se espera. De una Alianza cuestionada por algunos en su misma razón de ser y existir, ante la paulatina aproximación a Rusia y la desaparición del bloque soviético, a la organización ágil y flexible que se demanda para conciliar, de forma equilibrada y simultánea, la necesidad de afrontar dos desafíos a la seguridad occidental, que ya nadie cuestiona, ha sido necesario recorrer toda una senda de cambio, no exenta de tensiones y debates internos.

Dos desafíos materializados, por un lado, en la crisis de Ucrania que resucitó los viejos fantasmas de la Guerra Fría, particularmente entre los aliados situados geográficamente más al este y, por otro, en la constatación de que el denominado por los expertos como arco de inestabilidad que recorre las fronteras sureste y sur de la Alianza, se había convertido en algo más que un escenario lejano que inundaba nuestros televisores de trágicas noticias para convertirse en el origen de amenazas reales y tangibles para el bienestar de nuestras sociedades.

Los Jefes de Estado y Gobierno reunidos, primero en Gales y luego en Varsovia, darían carta de naturaleza a ambos escenarios señalándolos como “retos y amenazas que emanaban del este y del sur” y focalizando en esas dos orientaciones la atención de los responsables de diseñar una respuesta en ambas direcciones estratégicas.

Pero no nos equivoquemos, el esfuerzo para reconocer tal carácter al sur no ha sido pequeño y ha exigido todo el saber hacer de una organización que funda en la solidaridad entre sus miembros su centro de gravedad, y pilar fundamental, sobre el que gravita su verdadera solidez. De ello pueden dar buena fe los políticos, diplomáticos y militares españoles que han trabajado arduamente, durante años, para despertar esta conciencia en una organización acostumbrada a vivir en la medible, cuantificable y fácil de asimilar amenaza que emergía del este.

Porque afrontar ambos retos, y hacerlo a la vez, exige diversificar recursos y capacidades en unas sociedades cuyas economías, y por ende los presupuestos dedicados a la defensa, no pasan por sus mejores momentos. Complacer a unos y otros, cuando las amenazas no se perciben en la misma medida- por razones políticas, sociológicas, históricas o, simplemente, de proximidad geográfica- no es tarea sencilla.

Así, mientras las amenazas provenientes del este se enmarcan en parámetros y adversarios reconocidos tradicionalmente que aun utilizando novedosas técnicas – ahora llamadas híbridas- se auguran capaces de sopesar las consecuencias de superar determinados umbrales de riesgo, el sur es…. otra cosa. En el sur se afronta un nuevo paradigma que mezcla todas las formas de amenazas conocidas, y por explorar, sin que la disuasión funcione o lo haga, al menos, en los términos que hasta ahora conocemos. Por un lado, amenazas generadas por actores no estatales, pero que como en el caso del DAESH, tienen acceso a capacidades y armamento pesado sólo al alcance de estados.

Actores que, a la vez, utilizan eficazmente el terrorismo-con un nivel de coordinación en el mando y control asombroso- y el ciberespacio para interferir nuestros sistemas informáticos, explotar las redes sociales como medio de propaganda, intimidación a sus adversarios y espacio privilegiado de reclutamiento.

Pero, además, en el sur afrontamos la insolvencia para ejercer el control de sus espacios de soberanía, por parte de estados débiles o fallidos, que hace posible la propagación de las amenazas y los tráficos ilícitos y puede provocar fenómenos como la piratería y la interrupción del comercio marítimo. Y todo a la vez y sin un origen claro

En este incierto y complejo contexto, la Alianza debe ser capaz de responder y satisfacer ambas pretensiones, y miedos, y la solución pasa inequívocamente por un ajuste en sus estructuras políticas y militares que le permita cambiar de énfasis en uno u otro eje sin descuidar, tampoco, otros riesgos potenciales. Es lo que se ha dado en llamar una respuesta en los “360 grados”.

La fórmula es simple: un único conjunto de fuerzas y capacidades de los 28, y para los 28, estandarte de la cohesión de sus socios y capaces de actuar en todo el espectro geográfico y de las operaciones, donde la intensidad y los medios se adaptarán a las circunstancias. Es decir, la seguridad de la Alianza es indivisible y colectiva en el más amplio sentido del término. La tradicional defensa colectiva, tal como la entendíamos hasta ahora, ya no es patrimonio exclusivo del este y sus formas tampoco lo son. Una lección a asimilar y en la que la Alianza se juega mucho. España también. Nuestra localización geográfica así lo requiere y nuestra ambición de ser un país relevante en materia de seguridad lo exige.

Está adaptación ya ha comenzado. En la cumbre de Gales se decidió crear la Fuerza Conjunta de Muy Alta Disponibilidad, adecuando los tiempos de respuesta del resto de las fuerzas al nuevo escenario.

Desgraciadamente eso, en el caso del sur, simplemente no basta. Necesitamos otras capacidades para fomentar la estabilidad regional mediante, por ejemplo, el fortalecimiento de la relación con los países integrantes del Diálogo Mediterráneo-Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Mauritania, Marruecos y Túnez- los más próximos a nuestras fronteras. Es indispensable incrementar con ellos el intercambio de información para lograr un mayor conocimiento mutuo y una mejor comprensión de la situación. Una nueva dimensión, la crisis migratoria, se añade al entorno, generada por la inestabilidad en el aérea. Será preciso apoyar en labores no específicamente militares, como el control de fronteras o la interrupción de flujos de inmigración irregular.

Ineludiblemente, también, tendremos que proyectar operaciones de gestión de crisis en sus diferentes modalidades: estabilización, contención, etc. El Sahel es, en este sentido, una zona crítica, en la que muchos ya están operando-Francia o la Unión Europea, entre otros-para devolver la estabilidad a la zona. Incluso eso no será suficiente y habrá que reforzar las capacidades propias de los países de la zona mediante las populares misiones de adiestramiento y equipamiento, o de reforma del sector de seguridad para cada nación. Como ven la ecuación no es fácil, ni la solución barata, pero resolverla es indispensable.

España lo entendió pronto y ha sido, y es, muy activa en cuanto a la concienciación de la Alianza en la importancia de los riesgos provenientes del sur sin descuidar su contribución a la tarea común. Por eso nuestras fuerzas despliegan en Mali, República Centro Africana o Somalia, bajo el paraguas de la Unión Europea. Pero también nuestros cazas cruzan los cielos letones, nuestros soldados despliegan en Afganistán y Turquía, y nuestros buques surcan las aguas del Índico y el Báltico. Los riesgos y amenazas provenientes del sur son prioritarios para España, pero el amplio espectro de nuestra contribución refleja nuestra profunda convicción en la indivisibilidad de la seguridad de la Alianza, y nuestro compromiso solidario con nuestros aliados para desempeñar eficazmente cualquier tipo de misión. El reto es colosal pero debemos felicitarnos todos porque la más importante organización de seguridad del globo, la OTAN, ya mira hacia el sur...

Felipe De la Plaza

General de Brigada de Artillería