La Política de Defensa
Poco nuevo, por no decir nada, podrían añadir estas líneas en el aspecto doctrinal a las tan extendidas opiniones, la mayoría no muy diversas, sino más bien convergentes, sobre el significado de los conceptos Cultura de Defensa y Conciencia de Defensa. Pero sí quiero expresar mi punto de vista acerca de cómo hacer que ambos, confundidos en más de una ocasión, aunque expresen ideas distintas, suban puntos en la mentalidad y actitud del pueblo español.
No cabe duda de que se trata de un tema importante que afecta directamente a la seguridad y a la estabilidad de España y a su pervivencia como Nación. Y de ello son buena muestra las palabras pronunciadas por la recién designada Ministra de Defensa en su comparecencia ante la Comisión correspondiente en el Parlamento el pasado día 16 de diciembre, y de las que entresaco dos frases. Dijo la señora Cospedal que: “… vamos a dar prioridad en todos los ámbitos a la Cultura de Defensa…”, añadiendo poco después que “Reforzaremos la Cultura de la Defensa y su comunicación de una manera clara, con mensajes e identificando a los colectivos a los que tenemos que dirigirnos y los mecanismos que utilizaremos para ello, que serán mecanismos e instrumentos de todo tipo.”
Tampoco es el momento de incidir en las posibles causas que motivan que entre la población española no exista de forma definida una Conciencia de Defensa, (es decir, que muchos españoles no se dan cuenta de la importancia que tiene defender y proteger a la sociedad a la que pertenecen, sus valores de todo tipo y sus intereses, colectivos e individuales) es, sencillamente, porque en buena medida tampoco tenemos Cultura de Defensa (o sea, que el conocimiento que se tiene en temas de seguridad y defensa es muy bajo).
La estrategia
Si con una acertada estrategia es como se ganan las campañas y las batallas, ¿qué se hace en el asunto que nos ocupa, y a ese alto nivel, en España para ganar tanto terreno perdido? Veamos.
Hace ya más de once años, en el artículo 31 de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional 5/2005 (la primera de las Leyes Básicas en el Código Legislativo de la Defensa Nacional) se establecía solemnemente que:
“El Ministerio de Defensa promoverá el desarrollo de la cultura de defensa con la finalidad de que la sociedad española conozca, valore y se identifique con su historia y con el esfuerzo solidario y efectivo mediante el que las Fuerzas Armadas salvaguardan los intereses nacionales. Asimismo el resto de los poderes públicos contribuirán al logro de este fin.”
Es cierto que se han dado pasos en ese sentido, de los que el más destacado, a nivel estratégico, es posible que lo supongan las actuaciones del CESEDEN y del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), que con múltiples conferencias, la publicación de libros y, continuamente, con decenas de documentos de análisis y opinión, exponen lo que sucede en el mundo, lo analizan y buscan posibles consecuencias, especialmente aquellas que puedan afectar a España. Es una documentación importante, concienzuda, de riguroso valor intelectual y que pone, como pretendía el antiguo NODO, “el mundo entero al alcance de los españoles”, para que, en este tema encontremos una fuente de inmenso caudal con que hacer crecer el árbol del bagaje cultural.
Pero también es verdad, y así hay que reconocerlo, que ese mensaje “estratégico” no llega a la gran mayoría. Es más que posible que influya poderosamente en ello que la gente no es consciente de la necesidad de la Cultura de Defensa. Y aquí me permito remitir al lector al trabajo titulado “Reflexiones sobre el problema de la Cultura de Defensa”, del general don Francisco Laguna Sanquirico, publicado por el IEEE en su número 132/2014 de 20 de noviembre de ese año. En él se analizan las causas de ese desinterés y se sugiere la necesidad de redacción de un Plan General de Fomento de la Cultura de Defensa. El autor esboza diferentes líneas de actuación en función de la edad del receptor del mensaje (escolares – jóvenes – maduros – tercera edad) y, muy especialmente, por la actitud de los ciudadanos ante el tema de la Defensa (convencidos – indiferentes – opuestos). Es un planteamiento estratégico interesantísimo que daría lugar a múltiples acciones “tácticas”
La táctica
Llegados a este punto, cuando hay que aplicar lo que es Política de Defensa y desarrollar sobre el terreno lo que piensan los estrategas, es cuando le recomendaría humildemente a la señora Ministra de Defensa y a sus más inmediatos colaboradores que no pierdan mucho tiempo “identificando los colectivos a los que tenemos que dirigirnos” (pues ya se los señaló más arriba el general Laguna), ni tampoco en determinar “los mecanismos que utilizaremos” (pues ya están bien definidos en la propia orgánica del Ministerio).
¿Cuáles son entonces esos “mecanismos”? El Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejercito de Tierra -y los organismos similares de la Armada y del Ejército del Aire- y sus ocho Centros de Historia y Cultura Militar, que ya están “en el campo”, con “experiencia de combate” de más de 20 años, pues nacieron en 1996, aunque muchos de los Museos, Archivos y Bibliotecas que de ellos dependen son mucho más antiguos. Suelen estar muy bien relacionados con la sociedad civil, con pocas inciviles e ineducadas excepciones, como la de la alcaldesa de Barcelona que perdió hace mucho tiempo el famoso “seny” catalán y, además, hace caso omiso, sin que nadie se inmute ante el flagrante desacato, de la Ley Orgánica de la Defensa citada antes.
Es a esos ejecutores de la “maniobra táctica”, el Instituto y sus Centros de Historia y Cultura Militar, a los que es necesario apoyar desde el Ministerio para conseguir los fines que se propone la titular del mismo. Los Centros, pese a sus ridículas y exiguas plantillas, con sus correspondientes Museos, Bibliotecas y Archivos, están ya realizando “en provincias” una buena labor, que no se puede calificar de excelente por esa carencia expresada en personal, a la que se une la deficiencia en fondos económicos y material.
Son sus Directores los que pueden trabajar codo a codo con la sociedad civil y, en busca de la consecución de los objetivos propuestos, promover la creación de Cátedras y Aulas, organizar ciclos de conferencias y exposiciones, ofrecer visitas guiadas, préstamos de libros, investigaciones documentales y cuantas otras actividades puedan ser convenientes, con…
Se me puede objetar, con parte de razón, que tan sólo hay 8 Centros en España (La Coruña. Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia, Sevilla, Santa Cruz de Tenerife, Melilla y Ceuta) y que, por tanto, La Coruña es más afortunada que Santander o que Bilbao, y que Santa Cruz de Tenerife lo es más que Las Palmas. Pero se puede argüir en contra que vivimos en una época en que los avances en el intercambio de información y en las comunicaciones son tan impresionantes que, sin dificultad alguna, la documentación que obra en un archivo puede ser consultada desde la otra parte del mundo, que lo mismo sucede con los libros y que un conferenciante puede hablar hoy en La Laguna de Tenerife y mañana en Badajoz. Pero claro, para ello se necesitan las adecuadas plantillas de personal, materiales adecuados y presupuestos suficientes. Es imposible vencer en una acción táctica sin hombres preparados, con material obsoleto o sin la dotación de municiones precisa.
Y hemos hablado de las principales “unidades” que ya tenemos “sobre el terreno”, pero también podemos contar con muchos colaboradores, especialmente del grupo que el general Laguna calificó como de los “convencidos”. Estos, entre los que incluyo a militares retirados o en la situación de Reserva, pueden, por ejemplo, llenar buena parte de sus ratos de ocio…
- Llevando a cabo una gran labor propagandística, al difundir entre sus amistades, especialmente aquellos que se puedan clasificar como “indiferentes”, la realización de eventos organizados por el Instituto, los Centros u otros organismos y asociaciones afines.
- Colaborando en los trabajos de catalogación de fondos museísticos, bibliotecarios y archivísticos (¡quién no maneja un ordenador hoy en día!).
- Formando equipos de mantenimiento y reparación de material, especialmente aquellos “manitas” que son capaces de dejar un Henschel de 1934 como si estuviese saliendo de su fábrica alemana.
Y por lo que se refiere a los “opuestos” de manera recalcitrante, puede suceder que, como decía don Julián Marías, “sea inútil tratar de convencer a quien no quiere convencerse”. Pero hay que intentarlo, porque a lo mejor ocurre que, al conocer lo que desconocía, se produzca la reconversión de alguno. De todas formas, mientras no sean una mayoría absoluta, que no lo son, tampoco hay que preocuparse en demasía, porque de todo tiene que haber en la viña del Señor.
Conclusiones
Por ello, me permito insistir. No es necesario empezar a buscar más “mecanismos”, pues los que tenemos, aceptablemente dotados en personal y medios, serán suficientes. Que decididamente ponga en marcha el Ministerio la política que expresó la Ministra hace unas semanas y que continúe la tarea estratégica, intelectual, a gran escala, que desarrollan el CESEDEN, el IEES, nuestra Asociación de Escritores Militares Españoles, la Asociación de Historiadores Militares, etc., con su permanente labor de difusión, opinión y formación.
Pero sobre todo, reitero, que se potencien los organismos “tácticos”, los que pueden establecer el contacto con la gente de la calle, con los cuatro grandes colectivos: el Instituto y los Centros de Historia y Cultura Militar y sus homólogos de los otros Ejércitos. Dicen que fue Winston Churchill quien aseguró que “La única forma posible de que perdure un valor tal como la confianza es a través de un estrecho contacto.” Y en nuestro refranero se asegura que de ese contacto, del roce continuado “nace el cariño”.
Así, si se va venciendo en múltiples “escaramuzas y combates” culturales e históricos a lo largo y lo ancho de tanto terreno que parece perdido, seguro que se acabará ganando la “gran batalla” por la Cultura de Defensa. Yo no veo otra forma.
Emilio Abad Ripoll