Estoy sorprendido y halagado. En Diciembre de 2015 escribí un artículo, para un número monográfico de la revista “Cuenta y Razón”, sobre horarios racionales en España, señalando tres criterios para establecerlos. Pues bien, tuve ocasión de oír y ver a Fátima Báñez, la titular del Ministerio de Empleo y Seguridad Social (que tengo entendido que es una de las personas más importantes en el actual Gobierno), defendiendo uno de esos criterios -para mí el fundamental-, a los efectos de definir la racionalidad en nuestros horarios. Igualmente, por televisión, vi y oí (no sé si se trataba de un alto cargo de ese Ministerio), proponer otro de esos criterios.
Hablar de horarios racionales parece una entelequia. Por lo que se refiere al tiempo, nadie sabe lo que es el tiempo (algunos científicos niegan, incluso, que exista el tiempo). Hace ya algunos años, seguí un curso sobre el tiempo y los distintos tiempos y no saqué nada en limpio, sobre todo, porque, entre otras razones, como escribe Javier Fernández del Moral, en su artículo, Tempus fugit, (supongo que tomado de Virgilio en su “Geórgicas”), publicado en el número 39 de “Cuenta y Razón”, “lo que sabemos y esperamos del tiempo es muy diferente desde que Einstein, el gran físico judío, lo relativizó. De cualquier forma, de lo que disponemos para poder manejar ese concepto tan abstracto es de medidas del tiempo. Disponemos de unidades de tiempo propuestas por convencionalismos y acuerdos. Lo que tenemos que considerar para poder establecer relación con los seres humanos es que estos son seres físicamente finitos aunque espiritualmente sean eternos. Esa finitud física establece un comienzo y un final, y por tanto un recorrido medible con alguna de esas fórmulas convencionales”. Pues bien, en este sentido del tiempo, como magnitud física que permite medir lo que muda o la secuencia de hechos o sucesos, estableciendo así la vivencia de un pasado, un presente y un futuro; y en este único sentido, sí cabe hablar de horarios con bastante precisión.
Por lo que se refiere a racionales ocurre algo parecido: racionales, ¿respecto a qué? Dado que un horario racional puede buscar un aumento de la productividad, o facilitar la vida familiar, o mejorar la salud, o la educación escolar, etcétera.
Además, un horario racional en Oymiakon, ciudad rusa, en la república de Yakutia, con una temperatura que llega a casi los 73 grados bajo cero y que la media durante los 9 meses de invierno está en los 54 grado bajo cero, posiblemente no lo será en Aziziya, localidad de Libia, con una temperatura media durante 6 meses de 50 grados sobre cero; o Quillagua el pueblo más seco del mundo, tan distinto de Mawsynram con la precipitación más alta del planeta; o Assuan, la ciudad más soleada y con más horas de luz del mundo y las localidades de la zona norte de Finlandia o Laponia con las horas de menos sol y luz al año; o Estados Unidos, el país más industrializado respecto de Haití, quizá, el que menos; o establecer la racionalidad de los horarios teniendo en cuenta el medio ambiente, especialmente las emisiones de CO2 o las tasas de finalización de la enseñanza primaria; o aquí, en España, la diferencia de calor en verano entre el Norte y el Sur, o donde hay pueblecitos que viven del turismo del fin de semana y en muchas zonas de los dos meses largos de ese turismo, tan beneficioso para nuestra economía.
Más aún, unos horarios racionales, en buena teoría, deberían tener en cuenta las diferencias individuales. Existen, por ejemplo, bastantes personas que estudian y trabajan mejor por la noche que durante el día, si bien, la inmensa mayoría, prefiere el día. En todo caso, el horario racional, dice relación con el cuerpo y especialmente con el cerebro. Pues bien, Ramón María Nogués, una de las personas más actualizadas en las investigaciones de la Neurociencia, escribe: “El cerebro no es una estructura responsable en solitario del mundo mental, sino que constituye una estructura que forma parte de un organismo con el que está profundamente identificada. Progresivamente van quedando claras las relaciones de la vida mental con aspectos que anteriormente considerábamos ajenos a ella. Así, por ejemplo, aparece un creciente interés por establecer las relaciones específicas del cerebro con el sistema digestivo (E. A. Mauer, 2011), e incluso con la flora intestinal (L. F. Cryan y t. g. Dinan2013), relaciones que son muchos más íntimas de lo que tradicionalmente se había considerado” (Ramón María Nogués, NEUROCIENCIAS, ESPIRITUALIDADES Y RELIGIONES, Ed. SalTerrae, 2016, p.52). De manera que no sólo pensando en la salud sino, incluso, en el rendimiento, la productividad y la afectividad, es necesario la racionalización del “horario alimenticio”.
Ahora bien, una vez señalados algunos de los posibles factores que relativizan los horarios racionales, ya se puede salir al paso de la objeción de que en España no cabe esa racionalidad horaria. De hecho, otros países que no difieren demasiado del nuestro, lo han conseguido. En España, por ejemplo, se duerme, por término medio, una hora menos que en esos países y existe ya el suficiente número de estudios e investigaciones para demostrar la influencia de la falta de descanso en “la productividad, el absentismo laboral, el estrés, la siniestralidad y el fracaso escolar”.
Por ello, la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles ( ARHOE) – me parece que no exagero si afirmo que, Ignacio Buqueras, su Presidente, es el adalid de la racionalidad de los horarios en España-, ha pedido, “que las cadenas de televisión, tanto públicas como privadas, deberían finalizar por regla general sus programas de máxima audiencia alrededor de las 23:00 h (a partir de esa hora se pueden programar otro tipo de contenidos)”. Esta medida permite disfrutar un buen rato de la televisión y descansar el número de horas adecuado. Para conseguir el establecimiento de este horario que beneficia a todos, o casi todos, los españoles es preciso “el diálogo, así como la unión de todos los partidos políticos y el compromiso de todas las cadenas de televisión, no solo de las públicas, sino también de las privadas, que han de velar por los intereses de todos los ciudadanos que, además, son compatibles con los suyos propios. No se trata de volver a la carta de ajuste, sino de que en nuestro país haya televisión de calidad en horarios sensatos como el resto de países europeos. (http://www.horariosenespana.com/).
Otro hecho que dificulta la mejora de los horarios en España es el de la jornada partida, que analiza y sintetiza sus medidas correctivas, Luisa Carrasco, en un artículo publicado en Abril de este año. En efecto, nuestra jornada laboral se ve ampliada por el tiempo que tardamos en ir y volver del trabajo cuatro veces al día. “Parte de culpa la tiene la peculiar jornada laboral partida española. La explicación sobre esta costumbre parece estar en la necesidad de compatibilizar dos empleos durante la posguerra. Los trabajadores asistían a un puesto por la mañana y a un segundo puesto después de comer que se alargaba hasta la noche. Curiosamente, el profundo cambio que ha sufrido el mercado laboral desde entonces ha dejado intactas las jornadas partidas… El retraso en la hora de salida del trabajo provoca que no se pueda disfrutar de más tiempo, para dedicarlo a los hijos o al desarrollo personal. Y se termina el día yendo a la cama cerca de las doce. Al día siguiente, si se respetaran los tiempos de descanso de ocho horas, lo normal sería que se empezara a las diez… (Para conseguir) unos horarios más conciliadores y productivos, estas son las medidas sobre las que existe un mayor consenso: Adelantar la hora de finalización de la jornada gracias a la reducción del descanso del mediodía; crear un banco de tiempo para acumular horas que sirvan para hacer frente a las responsabilidades de la crianza; y adoptar el horario español al que corresponde por ubicación, GMT+0, de forma que los horarios se ajusten al horario solar y por tanto a los biorritmos.” (http://blog.infoempleo.com/a/jornada-laboral-en-espana-tenemos-horarios-racionales/).
Ahora bien, me temo que la primera reacción de los españoles en el caso de que se implantaran los horarios europeos, no sería muy positiva. Lo digo, por la descripción, sintética pero muy expresiva, de Mari Luz Peinado, que, no obstante, es una decidida partidaria de la modificación de los horarios españoles: “Imagina una ciudad española (Madrid, Barcelona o Zaragoza) en la que los restaurantes no sirven comida más allá de las 3 de la tarde y los bares cierran sus puertas a las 10 de la noche. Una ciudad sin menú del día y donde los oficinistas ya no paran una hora para comer. Un lugar donde se empiece a trabajar a las 9 de la mañana (ya desayunados) y se salga antes de las 6 de la tarde. El telediario y la cena son a las 20.00, y a las 23.00 se terminan los programas estrella de las televisiones. A las 23.30 queda poca gente por las calles y la mayoría de los españoles ya están en la cama para poder dormir ocho horas, casi una más al día de lo que lo hacemos actualmente.
“Es un escenario difícil de imaginar pero que se parecería mucho a la llamada “racionalización de horarios” y a lo que ocurre en el resto de Europa. Para ello haría falta un gran pacto de Estado. Y no se trata sólo de un acuerdo entre partidos políticos: cambiar los horarios de los españoles necesitaría que se pusieran de acuerdo los empresarios, los trabajadores, los dueños de los bares, los de los pequeños comercios, las cadenas de televisión, los transportes públicos e incluso los turistas. Un gran esfuerzo para conseguir trabajar menos horas, conciliar mejor la vida familiar y laboral y evitar las jornadas interminables typical spanish por las que aún hay gente en las oficinas más allá de las nueve de la noche”. (http://verne.elpais.com/verne/2015/03/02/articulo/1425325826_493179.html).
Los tres objetivos de este artículo son: poner de manifiesto la necesidad urgente de modificar nuestros horarios, a pesar de su dificultad; proponer cuál es el criterio que debe presidir la racionalidad de la modificación horaria; señalar un nuevo factor que contribuye decisivamente a facilitar la optimización horaria en España.
El primero, con los datos y consideraciones aportados, debe bastar.
El segundo consiste en proponer, como criterio decisivo para establecer la racionalidad de los horarios, la familia (este es el criterio que le oí a Fátima Báñez). Se ha dicho que la familia es la célula básica de la sociedad. De hecho, las once veces que a través de la historia se ha prescindido de la familia y concretamente las tres que a lo largo del último siglo se ha intentado el fracaso ha sido tan incontestable, que no hace falta reproducir los argumentos que fundamentan dichos fracasos.
Unos horarios que faciliten la vida familiar, suponen un mayor bienestar tanto en las comidas como en el ocio compartido y en la salud física y mental, una profunda y enriquecedora socialización de los hijos, un mayor éxito educativo, e incluso un aumento de la productividad. Es cierto que existen numerosas excepciones de familias rotas, a veces, precisamente, por culpa de unos horarios estresantes.
El tercero de los objetivos se refiere a los avances que la Economía Digital ofrece para hacer compatible el trabajo y el ocio con la vida familiar. Tuve ocasión de escribir en este mismo periódico, que primero se llamó “Economía en Internet”, luego, “Economía de Web”, después “Nueva Economía” y ahora Economía Digital, sin comillas. Es tal el progreso económico que produce, por ejemplo, la posibilidad de conectarse a Internet, que en la actualidad, la ONU, en su objetivo número ocho de las metas para este milenio, considera la conexión a Internet un Derecho Humano.
Las voces más representativas de los empresarios españoles, entre ellos, naturalmente, la del Presidente de la CEOE, manifiestan su preocupación de que España pierda la Revolución Digital, de la misma manera que llegó tarde a la Revolución Industrial.
“La transformación digital tendrá un impacto de más de 120.000 millones de euros sobre el valor añadido bruto de los sectores económicos más relevantes en España, como telecomunicaciones e Internet, turismo, servicios financieros, transporte, infraestructuras, farmacia, salud, energía e industria,… Ésta es una de las principales conclusiones del 'Primer Estudio sobre la Digitalización de la Actividad Económica en España 4.0', elaborado por la consultora Roland Berger y patrocinado por Siemens, presentado este martes por la presidenta de Siemens en España, Rosa García, junto al presidente de CEOE, Juan Rosell, y que analiza el estado de la transformación digital en los sectores económicos más relevantes.
“García ha pronosticado una ‘tremenda revolución’ cuando se conecten más de 55.000 millones de nuevos dispositivos a la red con más de 1.000 millones de personas, momento en el que ‘la economía cambiará tremendamente’, así como ‘la forma en la que haremos las cosas y los propios modelos de negocio". (http://www.abc.es/economia/abci-revolucion-digital-tendra-impacto-mas-120000-millones-euros-espana-2025-201605172135_noticia.html).
Según Jaime Domenech, Silicon.es, de acuerdo con los datos procedentes de la investigación de Working Nation, durante los próximos 25 años se perderán el 47 por ciento de los empleos actuales. Naturalmente, habrá sectores mucho más afectados que otros: así el manufacturero, los procesos de producción susceptibles de ser automatizados o robotizados que eliminarán los trabajos de nivel medio, y asimismo, contables, profesores, e incluso, médicos o analistas financieros, puesto que al existir ya ordenadores capaces de analizar, comparar e interpretar millones y millones de datos, el llamado Big Data, podrán hacerse diagnósticos y tomar decisiones, que harán innecesarios a buen número de estos profesionales. Es lo que Abril-Martorell denomina “canibalización” y que constituye, quizá, la dificultad mayor para conseguir esta necesaria transformación digital de nuestra economía.
En efecto, la digitalización, como se acaba de indicar, va a suponer la pérdida de millares de empleos y desaparición de organismos, empresas, actividades y profesiones. Sin embargo, no hay que olvidar que si la Revolución Industrial supuso la desaparición de tantos miles de empleos, al extremo que los propios trabajadores llegaban a romper las máquinas que hacían inútil su trabajo, pero que, a la postre, ha creado mucho miles de puestos de trabajo más y más cómodos que los anteriores, debe pensarse que, todavía en mayor medida, la Revolución Digital creará nuevas actividades menos repetitivas y más enriquecedoras para nuestros trabajadores.
Así, uno de los nuevos aspectos de la Revolución Digital que sostienen numerosos estudiosos del tema es el de incrementar, de forma geométrica, el “teletrabajo” (éste es el otro objetivo que le escuché a aquel cargo del Ministerio de Empleo y Seguridad social), lo que puede lograr algo que parecía casi imposible: compatibilizar la vida familiar con la vida laboral. El “teletrabajo” además de producir un gran ahorro para las empresas y en el tiempo de desplazamientos al lugar de trabajo, así como disminución de la contaminación en las grandes ciudades, consigue que, al estar más satisfecho el trabajador y evitar las necesarias tensiones que conlleva compatibilizar la vida familiar y la laboral, aumente su productividad.
Un último dato de las mejoras que supone la adopción de los avances de la Revolución Digital en la transformación digital de la gestión del mercado laboral, lo proporciona Arancha Bustillo en su artículo, publicado hace unos días, titulado, Por qué nos cuesta aceptar el 'smart working', en el que escribe: "Es una evolución del teletrabajo, que se limitaba prácticamente a las tareas profesionales que se realizan desde el domicilio… Se trata, en definitiva, ‘de utilizar las TIC para gestionar de forma inteligente el trabajo, de tal manera que se pueda obtener una mayor rentabilidad. Conceptos como la movilidad, la comunicación permanente o la flexibilidad horaria se convierten en la base de este nuevo método’, se explica en el informe Global Adecco: Búsqueda de empleo y reputación digital en la era 3.0. Un estudio que también denuncia la escasa penetración que esta fórmula ha logrado entre las empresas españolas,…” (http://www.expansion.com/emprendedores-empleo/empleo/2016/05/20/573f330aca4741e61c8b466a.html).
Por consiguiente, si España no pierde el tren de la Revolución Digital, la transformación digital de nuestro país, facilitará, junto con las acertadas medidas que viene defendiendo ARHOE y ahora el Gobierno, el establecimiento de unos horarios racionales que favorezcan, sobre todo, la vida familiar.
Francisco Ansón